Adultos, ¿qué hacemos para ayudar a los jóvenes a descubrir su vocación?

Los que hemos vivido la experiencia de habernos sentido acompañados por una persona mayor a descubrir la vocación a la que Dios nos llama, siempre valoraremos que alguien nos haya apoyado y nos haya llevado a Jesús. El encuentro con Jesús puede llegar a ser así de sencillo. Hablamos a menudo de crisis de vocaciones, sin embargo, no hay crisis de llamada, ya que Dios sigue llamando, lo que hay es crisis de respuesta, que a veces corresponde a una falta de propuesta, de ayudar a descubrir qué camino es el que Dios está trazando para mi vida. Los jóvenes a menudo van muy solos y necesitan quien esté a su lado. Cuando alguien camina con los jóvenes es un referente, alguien que muestra dónde está Jesús y cómo se le puede encontrar. Por otra parte, y para que ello sea posible, debe crearse clima de cultura vocacional, que es entender la vida como un ejercicio entre propuesta y respuesta.  Entre muchos, la Palabra de Dios nos pone dos ejemplos muy claros para que pueda darse este acontecimiento:

1) Elí -el adulto– ha ayudado al joven Samuel a detectar lo que Dios quiere decirle (1Sa 3,3b-10.19). Pensemos en nuestra larga o corta historia, cada uno la suya, llena de recuerdos guardados en el corazón. Ha habido personas, de las que Dios se ha servido para hacernos llegar su proximidad y ofrecernos su amistad. Inmediatamente sucede lo que llamamos experiencia religiosa, lo cual ha hecho que me sintiera personalmente implicado e interiormente transformado. Todo ello ha sido posible por el acompañamiento silencioso de personas creyentes a nuestro lado, por la palabra explícita que han pronunciado, o por el testimonio a través del que nos han invitado a actuar según el Evangelio. De una u otra manera podemos tener la certeza de que alguien nos ha acompañado hasta Jesús o, ¿quién sabe? ¿Tal vez ha sido Jesús mismo quien nos ha atraído hacia Él? Lo que vive el joven Samuel nos indica que es Dios quien tiene la iniciativa de la llamada. La intervención del adulto –Elí– ayuda al más joven a discernir la voz de Dios, a prestarle atención y a ponerse en actitud de escucha. ¿No hacen lo mismo los padres y madres que quieren ayudar a sus hijos a escuchar a Dios? Y llega el momento en que el Señor se presenta y lo llama. Luego, viene la respuesta de Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Elí lo ha acompañado hasta el Señor y la actitud de Samuel se ha convertido en plegaria.

2) En el Evangelio (Jn 1,35-42) leemos que quien ha llevado a la gente hacia Jesús ha sido Juan Bautista. Otro indicador fiable que nunca se pone en el lugar de Jesús, sino que señala dónde está. Supera la autoreferencialidad y dice «Este es el Cordero de Dios». Gracias a estas palabras, hay dos jóvenes que captan el mensaje, siguen a Jesús, y es Jesús mismo quien se interesa por ellos: «¿Qué queréis?» De repente, el interés pasa a ellos y le preguntan directamente: «¿Dónde vives?». Y Jesús responde: «Venid y lo veréis». Uno de ellos se llama Andrés y es el que va a encontrar a su hermano Simón Pedro y le dice: «¡Hemos encontrado al Mesías!», y lo acompaña a encontrarse con Jesús. Serán los dos primeros discípulos y, después, apóstoles.

Pensemos ¿cómo, hoy, nosotros, en el corazón de cada familia cristiana, en las instituciones educativas en las que hay presencia de cristianos, a partir del testimonio de los adultos, orientamos a los más jóvenes hacia Jesús? ¿Cómo los tratamos, qué les decimos, qué ejemplo les damos? La propuesta vocacional debe hacerla todo cristiano en cualquier momento, porque es invitar al seguimiento de Jesús. Además, esta propuesta debe contar con un acompañamiento que ayude a madurar la semilla de la fe, vocacional, que ha sido sembrada y que tiene que dar mucho fruto.

Sants del dia

06/05/2024Sant Pere Nolasc, sant Lluci Cirineu, sant Marià.

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