Levantaos, alzad la cabeza y abrid el corazón

Iniciar el Adviento pide vivir un tiempo de preparación, de convertir la espera en esperanza. ¿Qué quiere decir esto? Dios mantiene la iniciativa de hablarnos como amigos. Es el regalo que nos ofrece cada día, semana tras semana, como alimento necesario para mantener viva nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad. La buena noticia es que, en todo tiempo y especialmente en este tiempo de Adviento, hay Alguien que nos sale al encuentro y quiere mantenernos viva la esperanza. Nos pide estar atentos, vivir en actitud de vela, esperando aquella novedad que puede tocar nuestro corazón y poner toda la persona en actitud de acogida respetuosa, orando y siendo lectores asiduos de la Palabra de Dios.

Leía estos días el testimonio de un cristiano laico que ha descubierto en la lectura de los Evangelios el sentido y la explicación de esta espera que ve reconvertida en esperanza. Dice: “Los Evangelios son el único espejo mágico de mi vida”. Desde ellos cuenta su progresiva conversión y dice: “Durante estos veinte años he aprendido a hacer gimnasia con el alma. He fortalecido los músculos interiores. Somos otra persona: mi vida es otra vida. Soy intensamente feliz. Me gustaría transmitirlo a los demás, pero, francamente, no sé si lo consigo”. Cuando la espera solo es expectativa inmediata, pierde el horizonte de futuro, no ve más allá de los propios límites, pero cuando da el salto de la esperanza se abre a una dimensión infinita, eterna. Luego Dios interviene y regala el don de la esperanza, que solo Él puede llenar.

Adviento quiere decir esperanza. La esperanza es la que mantiene el deseo de una espera. Preparando el Adviento, el papa Benedicto XVI decía: “Esta espera de Dios siempre precede nuestra esperanza, exactamente cómo su amor nos abraza siempre primero (cf. 1Jn 4,10). En este sentido, la esperanza cristiana se llama teologal, es decir, que Dios es su fuente, su apoyo y su término. ¡Qué gran consuelo nos da este misterio! Mi Creador ha puesto en mi espíritu un reflejo de su deseo de vida para todos. Cada hombre está llamado a esperar correspondiendo a lo que Dios espera de él. Por otra parte, la experiencia nos demuestra que es precisamente así. ¿Qué impulsa el mundo, sino la confianza que Dios tiene en el hombre? Es una confianza que se refleja en el corazón de los pequeños, de los humildes, cuando a través de las dificultades y de las pruebas se esfuerzan cada día en obrar de la mejor manera posible, en realizar un bien que parece pequeño, pero que es grande a los ojos de Dios: en la familia, en el puesto de trabajo, en la escuela, en los diversos ámbitos de la sociedad. La esperanza se encuentra escrita de manera indeleble en el corazón del hombre, porque Dios, nuestro Padre, es vida, y estamos hechos para la vida eterna y bienaventurada”.

Adviento es preparar la Navidad, el nacimiento de Jesús a quien Dios envía para que todo esto sea realidad. Vivir en la actualidad la memoria histórica de este nacimiento nos muestra la realidad de un cristianismo que acoge y vive este gran acontecimiento que ha revuelto la historia de la humanidad y la ha orientado hacia una vida plena para vivirla ya aquí y para toda la eternidad. Por ello, será un signo de esperanza que nos levantemos, que alcemos la cabeza y abramos el corazón para acoger a este Jesús que viene, que llama a la puerta y nos pide vivir entre nosotros. Como san Francisco de Asís, hace ahora 800 años, quiso mostrar con realismo el misterio de este nacimiento -Jesús, Dios con nosotros- realizando el primer belén de la historia y viviendo los valores del Evangelio, también nosotros -con humildad y sencillez- sepamos representarlo en vivo con nuestro testimonio como seguidores suyos.

Sants del dia

18/05/2024Sant Joan I papa, sant Fèlix de Cantalicio, sant Eric IX de Suècia.

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