«¡Bendecid, no maldigáis!»

Esta frase, tan radicalmente positiva, es de Jesús (cf. Lc 6,28), incluso en el extremo de la persecución, nos hace ver su intención más original e ilumina cualquier palabra o gesto que podamos proyectar sobre alguien, persona individual o grupos. Lo que el papa Francisco nos ha dicho sobre las bendiciones es su sentido pastoral, aquello que es fundamental para entender la profundidad de su Declaración Fiducia supplicans. Su finalidad es la de ser «un homenaje al Pueblo fiel de Dios con tantos gestos de profunda confianza en su misericordia y que, con esta actitud, viene constantemente a pedir a la madre Iglesia su bendición». Se nos dice «¡haced de pastores!», ya que «la vida de la Iglesia corre por muchos cauces además de los normativos» (n.37).

El papa Francisco nos invita a hacer el esfuerzo pastoral de ampliar y enriquecer el sentido de las bendiciones y, por ello, hace una llamada a la prudencia para que se entienda bien este gesto de «bendecir». Los pastores necesitamos «no perder la caridad pastoral, que debe atravesar nuestras decisiones y actitudes […], evitar ser jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen» (n.13) y saber valorar la humildad y la fe con la que muchos piden ser bendecidos. Para ello, tener claro que «las bendiciones tienen por destinatarios las personas, los objetos de culto y de devoción, las imágenes sagradas, los lugares de vida, de trabajo y de sufrimiento, los frutos de la tierra y del trabajo humano, y todas las realidades creadas que remiten al Creador y que, con su belleza, lo alaban y bendicen» (n.8). Del mismo modo, en la presentación de la Declaración dice que «se puede entender la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo, sin convalidar oficialmente su status ni alterar en modo alguno la enseñanza perenne de la Iglesia sobre el Matrimonio».

Me emociona cada vez que alguien me pide la bendición, su cara, sus ojos, su transparente confianza, su humildad, su expresiva comunión. Esto me sucede muy a menudo cuando después de la Eucaristía salgo a la puerta de la iglesia para despedir a los feligreses. No juzgas a nadie, ni se me ocurre controlar a nadie, mi gesto humilde de bendecir no prejuzga nada ni está sometido a ninguna condición. Como dice la Declaración papal, «en su misterio de amor, a través de Cristo, Dios comunica a su Iglesia el poder de bendecir […] La bendición se transforma en inclusión, solidaridad y pacificación. Es un mensaje positivo de consuelo, atención y aliento. La bendición expresa el abrazo misericordioso de Dios y la maternidad de la Iglesia que invita al fiel a tener los mismos sentimientos de Dios hacia sus propios hermanos y hermanas» (n.19).

Para que lo entendamos bien, «pedir la bendición es entrar en diálogo con Dios mediante la Iglesia, es un ruego para poder vivir mejor, las personas que vienen a pedir espontáneamente una bendición muestran su sincera apertura a la transcendencia, la confianza de su corazón que no se fía de sus propias fuerzas, su necesidad de Dios y el deseo de salir de las estrechas medidas de este mundo encerrado en sus límites» (n.21). Con esta misma actitud y pidiendo al Señor su bendición para ellos, hay que dialogar con quienes han manifestado su disconformidad con el Papa y pedirles que tomen sus palabras como pastores que aman a su pueblo, que acogen y no condenan, que acompañan y ayudan a crecer en la fe y en la comunión eclesial. Creo que de esto se trata. Ha de quedar claro -como dice en el n.27- que es Dios quien bendice. «Así nosotros para Dios somos más importantes que todos los pecados que nosotros podamos hacer, porque Él es padre, es madre, es amor puro. Él nos ha bendecido para siempre y no dejará nunca de bendecirnos».

Sants del dia

05/05/2024Sant Jovinià, sant Eutimi, sant àngel màrtir.

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