El papa Francisco insiste en la crisis climática

El papa Francisco vuelve a insistir. Esta vez con la exhortación apostólica Laudate Deum (Alabad a Dios) sobre la crisis climática. Ya lo hizo con la encíclica Laudato si’ sobre el cuidado de la casa de todos. Aunque se trata del mismo tema, ahora lo hace con matices de más urgencia para compartir con el mundo sus más sentidas preocupaciones. Vuelve a insistir porque ve que no acabamos de reaccionar suficientemente ante el impacto del cambio climático, en cuanto perjudica de manera creciente las vidas de muchas personas, mientras el mundo se ha ido hundiendo y quizás acercándose a un punto de quiebra. Los efectos, entre otros, los ve sobre todo en los ámbitos de la salud, las fuentes del trabajo, el acceso a los recursos, la vivienda y las migraciones forzadas. Son los efectos de la derrota ecológica que son suportados por las personas más vulnerables, ya sea en casa o en todo el mundo.

La primera reflexión la centra en la crisis climática global. No se puede ignorar que hay signos evidentes de esta crisis, y tampoco ya se puede dudar del origen humano del cambio climático y de la responsabilidad que todos tenemos en él. No se puede negar, ocultar, disimular o relativizar que los signos del cambio climático son cada vez más patentes. Francisco se ve obligado a precisar muchos aspectos de esta enfermedad silenciosa que nos afecta a todos. Dice que «es verificable que determinados cambios en el clima provocados por la humanidad aumentan notablemente la probabilidad de fenómenos extremos cada vez más frecuentes e intensos».

 Por todo ello, invita a repensar el uso que debe hacerse y que se hace del poder y se pregunta: ¿en manos de quién está tanto poder? Reconoce que no todo aumento de poder es un progreso para la humanidad. «Basta pensar en las tecnologías “admirables” que fueron utilizadas para diezmar poblaciones, lanzar bombas atómicas, aniquilar etnias. Fueron momentos históricos donde la admiración ante el progreso no dejaba ver lo horroroso de sus efectos». De forma muy contundente, «en contra de este paradigma tecnocrático decimos que el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada», sino que debemos ser conscientes de que «la vida humana, la inteligencia y la libertad integran la naturaleza que enriquece a nuestro planeta y son parte de sus fuerzas internas y de su equilibrio».

Francisco constata la debilidad de la política internacional y los avances y fracasos de las conferencias sobre el clima y de cara al futuro se pregunta: ¿qué se espera de la COP28 de Dubái? El Papa dice claramente que esta Convención puede ser un punto de inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho desde 1992 se ha hecho seriamente y ha valido la pena, o será una gran decepción y pondrá en riesgo todo lo bueno que se haya podido conseguir hasta ahora. Deberemos entender que «en este marco necesariamente se requieren espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión, y en definitiva una suerte de mayor democratización».

¿Dónde está la respuesta? La respuesta la pone en la confianza en la capacidad de cada uno de trascender sus pequeños intereses y no poner en riesgo lo bueno que se ha conseguido hasta ahora. Hay que añadir las motivaciones espirituales que nacen de la propia fe e invitan a caminar en comunión y compromiso para modificar hábitos personales, familiares y comunitarios, creando una nueva cultura.

Sants del dia

02/11/2024Commemoració dels feels difunts, sant Victorí, sant Malaquies bisbe.

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