Hacer más humano el entorno digital
El esfuerzo por humanizar la relaciones entre las persones tendrá que ser siempre constante y no desfallecer si queremos que nuestra sociedad pueda gozar de los derechos humanos de forma completa. Siempre oí decir a mi hermano, operador y cámara de televisión, que los medios nunca sustituirán aquello que tiene de humanidad la relación interpersonal, cuando se busca la verdad de la palabra y la mirada limpia de los ojos. Sin embargo, la invasión digital a menudo pone en entredicho esta transparencia y no facilita para nada la conciencia comunitaria –el hecho que somos miembros los unos de los otros–nos aísla en el individualismo hasta ser la causa de inmensas soledades.
Hace unos meses, el papa Francisco nos enviaba un mensaje sobre esta cuestión en vistes a la celebración de la 53 Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales de este primer domingo de junio, fiesta de la Ascensión. Ponía el acento, como en tantas otras veces lo ha hecho, en la necesidad de utilizar bien las nuevas tecnologías, que tanto bien pueden hacer si el uso que hacemos nos humaniza y nos une aún más para trabajar por el bien común. Partiendo de la imagen del cuerpo, ha propuesto el lema “somos miembros los unos de los otros” para hacernos ver la importancia de sentirnos interrelacionados.
¿Cómo encontrar la verdadera identidad comunitaria –se pregunta el papa Francisco– siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red? Tiene muy presente que la red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro aislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad. Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.
Siguiendo en esta línea, los obispos de la Comisión de Medios de Comunicación Social de España hemos querido hacer una llamada hacia la necesidad de pasar de las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana. Por ello, hemos de preguntarnos si la relación que establecemos en este entorno digital realmente nos humaniza y si las relaciones digitales pueden sustituir las personales. Peor aún si las relaciones digitales manipulan interesadamente las opciones sociales y, en última instancia, el bien común. Creemos que la única alternativa consiste en redoblar la formación social de los ciudadanos, haciéndonos conscientes de la responsabilidad que tienen sobre el bien común con nuestras acciones positivas en favor de los otros. Sin la implicación personal en los proyectos comunes es muy fácil dejarse llevar por la manipulación que los medios, instituciones y personas realizan en el ambiente digital.
Vemos que otro cuestionamiento proviene de la dificultad creciente que el contexto digital impone para acceder a la verdad. El problema –así lo vemos– no es que el mundo de internet, desde la web hasta las redes sociales, se haya convertido en el espacio de los bulos, la calumnias, las insidias o las falacias, sino que, conviviendo éstos con la verdad, el rigor, la objetividad o a la exactitud, no existen las herramientas para discernir lo uno de lo otro. Y, cuando no distinguimos, corremos el riesgo de alimentarnos con la mentira o el error. La verdad no aparece.
Estemos en el lugar que estemos, esto nos afecta a todos. No podemos renunciar a ser protagonistas en la humanización de las redes sociales que, en lugar de vivir en el enredo de muchos gestos de inhumanidad, queremos que sea un medio eficaz para crear aquella comunión que establece vínculos de cercanía y defiende la dignidad de cada ser humano. Ahí está nuestro trabajo corresponsable, des de lo más humilde y sencillo hasta lo más extraordinario y sublime. Insiste el papa Francisco en que el contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones que humanizan, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con más razón a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro.
La imagen del cuerpo y de los miembros –dice ya al final de su mensaje– nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Lo importante será usar la red como prolongación o como espera de ese encuentro humanizador, abriendo el camino al diálogo, a la sonrisa, a la caricia… Esta es la red que queremos, una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres.