El arte del diálogo, también un camino de conversión
Del diálogo hablamos mucho, pero dialogamos poco. Yuxtaponemos frases, no escuchamos mientras el otro habla o preparamos argumentos para rebatir todo lo que nos dice. No solemos acertar porque no hemos escuchado. Falta de educación, falta de respeto. Eso está pasando a nivel personal y en conversaciones cotidianas, pasa en los debates institucionales y en muchas de nuestras reuniones, pasa en los coloquios familiares y en círculos de amistad, haciéndose el sordo, si hace falta, cuando el otro nos dirige la palabra. «Un diálogo –dice el papa Francisco– es mucho más que la comunicación de una verdad. Se realiza por el gusto de hablar y por el bien concreto que se comunica entre los que se hablan por medio de las palabras. Es un bien que no consiste en cosas, sino en las personas mismas que mutuamente se dan en el diálogo» (EG 142).
Por otra parte, mientras hablamos tanto del diálogo y queremos hacer un gesto de conversión, es bueno tener en cuenta un referente privilegiado, Jesús, el que es maestro en el arte del diálogo. Es impresionante la conversación que tiene con una mujer samaritana por la pedagogía que deshace prejuicios religiosos y supera barreras sociales y étnicas. Todo un ejemplo de acogida, de comprensión, de diálogo paciente y de propuesta iluminadora. En este caso como en tantos otros a lo largo del evangelio, nos encontramos ante un modelo excepcional en el arte del trato humano por el que se nos hace ver que no podemos decir nunca la última palabra sobre alguien sin antes haber dialogado personalmente con él. Jesús sabe las mínimas reglas de honradez, respeto y sinceridad. Así nos hace ver el trato delicado y respetuoso que merece toda persona, desde el amigo hasta el enemigo, desde el incondicional hasta el más catalogado.
Llevándolo al terreno religioso, poner a Dios en medio de una conversación normal es una prueba de buena pedagogía; primero hay que escuchar y saberse situar con dignidad ante el otro, con la voluntad de ser personas de diálogo fácil y normal. Con ello, Jesús quiere desvelar la posibilidad de la relación con Dios. Aunque no le será fácil, tendrá suficiente ingenio para reconducir pausadamente un proceso que irá en aumento y pasará de la extrañeza a la admiración, para acabar con la adhesión creyente y el anuncio misionero. Un caso excepcional y paradigmático para aprender desde el diálogo un estilo de iniciación cristiana.
El arte del diálogo puede ser un buen conductor en un camino de conversión y siempre supondrá otro arte: el arte de escuchar, que es más que oír. También nos dice el papa Francisco que «lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores», de ahí, «las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida» (EG 171). Jesús es el referente. Todo cambia cuando Él o alguien -en su nombre- nos llega al corazón.