Primer anuncio, necesidad, oportunidad y urgencia
Si un aspecto se ha acentuado mucho a lo largo de la preparación del Plan diocesano de Pastoral puesto en marcha el segundo sábado de enero-25, ha sido el de la necesidad y urgencia del «primer anuncio», refiriéndonos a todas las oportunidades que tenemos de comunicar la persona de Jesús y el Evangelio allí donde, en estos momentos, hay más indiferencia e ignorancia religiosa, y lo hacemos contando con las inquietudes y preguntas que muchas personas manifiestan en su búsqueda, como también sus silencios.
Por eso, tenemos que pensar que, ante el cambio cultural que vivimos, es obvio que también nos hagamos muchas preguntas y que también escuchemos las que la gente se plantea. Muchas de estas preguntas giran alrededor de cómo hacer posible un clima favorable al anuncio del Evangelio a tantas personas que, llamándose cristianas, viven como si no lo fueran, y necesitan de alguien que les comunique la experiencia de su fe, y les contagie el ardor de su testimonio.
Otros, sin embargo, lejos de todo planteamiento religioso en su vida, presentan una necesidad aún más fuerte: hacerles llegar el primer anuncio de la fe. El trabajo es nuestro. Dios nos necesita como mensajeros que preparen su llegada al corazón de cada hombre y de cada mujer, de cada joven, de cada niño que es capaz de Dios, y que puede llegar a conocerlo y amarlo. El «primer anuncio» necesita, sobre todo, de «nuevos evangelizadores», personas que, desde la madurez cristiana, se hacen presentes en la diversidad de ambientes en que nos movemos y, usando todos los métodos y medios posibles, preparan la disponibilidad de un corazón que se abra al Señor.
La experiencia que cualquier persona puede tener de Dios será siempre –lo decimos desde la fe– una acción de su Espíritu en ella. Leemos en la Biblia que la llegada anunciada del Mesías y su preparación se nos presentan como el medio que Dios escoge para dar a conocer su significado al pueblo. Así lo dice el profeta Malaquías: «¿Quién podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará de pie cuando aparezca?» Para entenderlo correctamente y celebrando la fiesta de la Candelaria, conviene que captemos bien el mensaje del Evangelio al presentarnos la experiencia creyente de los ancianos Simeón y Ana en el contexto familiar y religioso de la presentación que hacen María y José de su hijo Jesús.
Con la comunicación del primer anuncio a personas que necesitan recuperarlo, descubrimos que Dios se hace presente de la manera más sencilla que podríamos imaginar, como los ancianos Simeón y Ana, que reciben a Jesús en el templo, todos nosotros estamos llamados a acogerlo en nuestra vida, al mismo tiempo que invitamos a otros a su encuentro con Él, y queremos acompañarlos en su descubrimiento. Ofrecer y recibir al Señor es el movimiento que quiere responder a la llamada que la Iglesia nos hace a todos. Debemos pensar en cualquier situación que se nos presente y en toda clase de destinatarios, comenzando por aquellos adultos bautizados que no recibieron una catequesis adecuada o que no han culminado la iniciación cristiana, o que sencillamente se han alejado de la fe. Este amplio campo de trabajo nos está pidiendo que les «presentemos al Señor», acción que, para muchos será de hecho el primer anuncio. Para dar a conocer a Jesús a aquellos que no lo conocen, debemos ayudar al encuentro personal con Él mediante el diálogo, la oración, la conversación en el Espíritu, el silencio, y ofreciendo la vida de la comunidad, donde seguimos creciendo y compartiendo la fe.