Tracemos juntos caminos de paz
Hemos de hacer lo posible para que el primer día del año 2023 y los que le siguen vengan marcados por nuevos signos de esperanza. El papa Francisco, en su mensaje para la 56 Jornada Mundial de la Paz que se celebra hoy, 1 de enero, nos dice que nadie puede salvarse solo y por ello nos pide recomenzar desde el COVID-19 para trazar juntos caminos de paz. Lo hace con realismo y tono de esperanza, y nos invita a permanecer firmes, con los pies bien plantados en la tierra y el corazón capaz de una mirada atenta a la realidad y a las vicisitudes de la historia. Dice que «aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, estamos llamados a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, sobre todo, guía nuestro camino».
No podemos olvidar todo lo que la pandemia ha ocasionado en todo el mundo y en nosotros. Han quedado debilitados muchos esfuerzos dedicados a la paz y han aparecido muchos conflictos sociales, frustración y violencia de todo tipo. Ha aumentado la crispación política y aún se viven las secuelas de un malestar generalizado, aislamiento, desigualdad, soledad y restricciones de la libertad. Por ello, «ha llegado el momento de tomarnos un tiempo para cuestionarnos, aprender, crecer y dejarnos transformar —de forma personal y comunitaria—; un tiempo privilegiado para prepararnos al “día del Señor”. Ya he dicho varias veces que de los momentos de crisis nunca se sale igual: de ellos salimos mejores o peores. Hoy estamos llamados a preguntarnos: ¿Qué hemos aprendido de esta situación pandémica? ¿Qué nuevos caminos debemos emprender para liberarnos de las cadenas de nuestros viejos hábitos, para estar mejor preparados, para atrevernos con lo nuevo? ¿Qué señales de vida y esperanza podemos aprovechar para seguir adelante e intentar hacer de nuestro mundo un lugar mejor?».
Las soluciones que ofrece las resumo en estos puntos para que nos sirvan de pauta de actuación cristiana: seguir con un beneficioso retorno a la humildad; una reducción de ciertas pretensiones consumistas; un renovado sentido de la solidaridad que nos animen a salir de nuestro egoísmo para abrirnos a los demás y a sus necesidades; permitir que Dios transforme nuestros criterios habituales de interpretación del mundo y de la realidad a través de este momento histórico; concebirlo todo a la luz del bien común, con un sentido comunitario, como un «nosotros» abierto a la fraternidad universal. «Estamos llamados —dice— a afrontar los retos de nuestro mundo con responsabilidad y compasión». Entre otros, garantizar la sanidad pública para todos, promover acciones de paz, aplicar medidas frente al cambio climático; luchar contra el virus de la desigualdad; garantizar alimentación y trabajo digno para todos; desarrollar políticas de acogida e integración… Todo ello para ir construyendo el Reino de Dios, que es de amor, justicia y paz, con palabras y hechos.