Juntando las manos veréis qué prodigios puede hacer el amor
¡Cuántas veces lo hemos cantado en las celebraciones y hemos unido nuestras manos en el momento del canto de la paz! Entre otros, este es un gesto que nos iguala y nos compromete a hacer de él una propuesta perenne para frenar la desigualdad, opción perenne también para nuestras manos, unidas. Este es el lema de Manos Unidas de este año para la Campaña contra el Hambre. Lo hemos pedido hace pocos días en la oración de la mañana cuando decíamos: «Señor, mantennos en tu amor, sin dividirnos jamás los unos de los otros». Es la oración que nace del corazón del Evangelio a raíz de la exhortación de Jesús «Manteneos en mi amor» (Jn 15,9).
Con el lema «Personas libres de pobreza, hambre y desigualdad», Manos Unidas inicia un tiempo en el que renueva el compromiso de seguir luchando por la dignidad de todas las personas, liberar a la humanidad de la pobreza, del hambre y la desigualdad. Eso quiere decir seguir removiendo las causas estructurales de la pobreza y del hambre: la explotación socioeconómica, la exclusión social, el clima de violencia, la vulneración de los derechos humanos, el deterioro del medio ambiente y, sobre todo, la perpetuación de la desigualdad, que también se está dando entre nosotros de forma creciente. Se trata de apostar decididamente por la eliminación de todo lo que atenta contra la vida digna de millones de seres humanos, promoviendo sociedades más justas, pacíficas e inclusivas.
Manos Unidas es la organización de la Iglesia Católica en España para la lucha contra la pobreza que sufren los pueblos más excluidos del planeta. Tras el drama de la pobreza y el hambre hay un conjunto de factores interconectados. Si lo referimos sobre todo al mundo rural, está el problema del acceso a la tierra, la ausencia de infraestructuras, de servicios públicos, de derechos sociales o políticos, la debilidad de las políticas públicas y la imposición de ciertas normas sociales que afectan sobre todo a las mujeres. Debemos añadir aún la falta de capacidad económica unida a la dificultad de acceder a ingresos dignos. Todo repercute sobre los mismos, cuando son los que más necesitan equipamientos, personal sanitario y acceso a los servicios de salud. Añadamos, finalmente, la necesidad de formación y educación para el desarrollo, para descubrir y eliminar aquellos mecanismos estructurales que fomentan la desigualdad, y proponer nuevos estilos de vida.
Hacemos una llamada a la oración, que nos mantiene unidos, a la corresponsabilidad en la acción. y a la cooperación económica para paliar situaciones tan graves como las que estamos constatando. Por poca que sea la ayuda, porque no es posible más, pensemos en el elogio que hace Jesús de la viuda pobre (cf. Mc 12,43 y Lc 21,3) que dio de lo que necesitaba para vivir y no de lo que le sobraba. Jesús valora la calidad de la generosidad de lo que somos capaces, ya que es una indiscutible acción de amor, que es lo que realmente vale.