Amar a Dios y a los demás en tiempos de crisis de seguridad

La credibilidad del anuncio del Evangelio va unida a nuestro compromiso cristiano. Con estas palabras el papa Francisco encabeza su reflexión sobre el diálogo ecuménico, es decir, entre los cristianos de las diferentes confesiones. Su raíz está en Jesús, en su petición de unidad al Padre cuando le pide «que todos sean uno» (Jn 17,21). De esta voluntad de Jesús nace el compromiso de trabajar por la unidad entre todos los que creemos en Él y la credibilidad del anuncio cristiano. No nos hacemos creíbles cuando estamos divididos y cuando son pocos los esfuerzos para hacer posible, cada día más, la unidad.

Estamos en plena Semana de Oración por la unidad de los cristianos, como solemos celebrarla cada año en estas fechas del mes de enero. Una oración que se reparte cada día en una de las comunidades donde cada confesión cristiana tiene su sede. Esta oración se une a la oración de toda la Iglesia y de una manera significativa lo hacemos hoy, 21 de enero, en una celebración ecuménica que tiene lugar en nuestra Catedral de Mallorca. Lo hacemos con un lema que han pensado y preparado los hermanos y hermanas de la archidiócesis católica de Ouagadougou, de las comunidades protestantes, de las instancias ecuménicas y de la CCN en Burkina Faso y que son una aportación conjunta como un auténtico camino de conversión a la unidad.

El texto bíblico evangélico escogido para la Semana de Oración que estamos celebrando es el de la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37), texto clave en el Evangelio para definir la actuación cristiana ante cualquier necesidad, especialmente cuando alguien es víctima de violencia o descarte. La exhortación que nos viene de la Palabra de Dios expresada en este texto del Evangelio es «Ama al Señor, tu Dios, y ama a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). La reflexión de esta semana de oración contempla este «amar a Dios y a los demás en tiempos de crisis de seguridad», situación que podemos referir a los innumerables conflictos que vive la humanidad en diferentes países donde la violencia infectada por el odio está deshaciendo personas, familias y comunidades. En muchos lugares, no solo se deteriora, sino que se va deshaciendo la cohesión social.

La unidad que pide Jesús y la que ponemos en el centro de nuestra plegaria ha de estar al servicio de la paz y de la reconciliación y nuestras comunidades cristianas tienen que llevar a cabo una labor que ayude a rehacer aquellos valores humanos y evangélicos que deben conducirnos a recuperar el gozo de la convivencia y del esfuerzo diario por unas relaciones humanas y cristianas tal y como Jesús nos las indica. La parábola del buen samaritano marca un estilo peculiar de amor y atención al otro, y nos conduce -como Jesús dice- a hacer lo mismo en cualquier circunstancia de nuestra vida. Jesús ha vivido una comunión íntima con el Padre y quiere que también nosotros la vivamos. Es el trabajo que nos propone. Acercarnos a Jesús es acercarnos a nuestros hermanos, sin prejuicios ni diferencias. El buen samaritano superó estos obstáculos y puso el amor por encima de todo.

En el relato evangélico están contrapuestas las reacciones del sacerdote y el levita con la del buen samaritano. Probablemente ante el herido despojado, apaleado y medio muerto tienen una actuación bien diferente que nos interpela también a nosotros para que reflexionemos sobre ella y reaccionemos. El sacerdote y el levita pudieron haber pensado: ¿qué nos puede pasar a nosotros si le ayudamos? En cambio, el buen samaritano seguramente pensó: ¿qué le pasará a él si yo no le ayudo? La alternativa está servida. Tratemos de identificarnos.

Sants del dia

05/05/2024Sant Jovinià, sant Eutimi, sant àngel màrtir.

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