Evangelio en mano, seamos los más entusiastas comunicadores

Hoy más que nunca, aunque el ambiente no nos sea del todo favorable, sentimos en el corazón esta llamada: «Id, anunciad el Evangelio al mundo entero». El encargo nos viene de Jesús y el lugar donde debemos hacerlo realidad es nuestra tierra, que es de misión. La Iglesia constantemente se hace eco de este encargo porque sabe que forma parte de su misión, ya que si existe es para evangelizar. Se trata de anunciar a Cristo y su Evangelio a todas aquellas persones que no lo conocen o viven como si no lo conociesen. De ahí viene la urgencia de un replanteamiento constante de nuestra misión, tanto si la contemplamos desde nuestro compromiso individual como si la asumimos como comunidad cristiana.

San Pablo VI, al referirse a la evangelización, la ve como un verdadero proceso y la entiende como «renovación de la humanidad, testimonio, anuncio explícito, adhesión del corazón, entrada en la comunidad, acogida de los signos [sacramentales], iniciativas de apostolado» (EN 24). Llevar a cabo el encargo de Jesús de darle a conocer no se reduce a una simple enseñanza, sino que nos implica mediante nuestro testimonio. Los maestros solo son creíbles si son testigos y si su vida da razón de lo que enseñan. Aunque aplicable de forma general, la Iglesia lo dice al diácono en el momento de la ordenación cuando se le entrega el libro de la Palabra de Dios: «Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas

Por ello, quien se decide a evangelizar debe aceptar de entrada ser evangelizado y vivir un constante proceso de conversión. Solo desde esta actitud es posible entender que evangelizar –como dijo el Concilio Provincial Tarraconense– es «descubrir en el corazón de cada mujer y de cada hombre la acción y el ardor del Espíritu; es establecer aquellas oportunas mediaciones para que las personas sencillas, y tal vez afligidas, puedan encontrarse con Dios; es ayudar a reconstruir la experiencia de Dios de muchas personas alejadas, experiencia que se encuentra intrínsecamente unida al amor a los hermanos y, por tanto, a aquella opción por los pobres y por la justicia, que siempre han sido el distintivo de Jesús».

Entrar en esta dinámica comporta exigencias que para muchos resultan difíciles de ser aceptadas. En el Evangelio, Jesús nos pide ir ligeros, o incluso libres de equipaje, es decir no cargar con tanto añadido superfluo que nos impida el acceso a Él. No solo quiere que seamos auténticos receptores de su Palabra, sino sus más entusiastas comunicadores.

Sants del dia

26/04/2024Sant Isidor de Sevilla, sant Clet papa, sant Pascasi Radbert.

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