Ejercer la misericordia, una nueva oportunidad de conversión

De nuevo, caminando hacia la Pascua, nos proponemos avanzar en el conocimiento del misterio de Cristo y vivirlo de acuerdo con sus exigencias. Ahora tenemos una nueva oportunidad de entrar en el corazón de Dios y dejarnos llenar de su amor repleto de misericordia. Esta es la palabra clave que nos conducirá al amor de Jesús. Somos conducidos de su mano y por su propia entrega por amor, a entrar en el misterio del amor de Dios. Hoy podemos conocer más y más quién es Dios y cómo nos ama: «Dios amó tanto al mundo que ha dado a su Hijo único para que no se pierda nadie de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3,16).

Jesús nos enseña a comprender a Dios desde el amor, pero un amor que presenta este matiz tan específico que es la «misericordia». Se trata de una forma de amar llevada hasta el extremo de la donación de uno mismo, al conocer la miseria presente en nuestra vida y en la de todos los hombres y mujeres que sufren. El amor misericordioso de Dios hace que, gracias a la entrega de su Hijo en la cruz, todo el que padece tenga vida en abundancia, porque «Dios envió a su Hijo al mundo no para que lo condenase, sino para salvar el mundo gracias a él» (Jn 3,17). Para entenderlo en profundidad, basta solo ir al Evangelio para observar hasta qué punto el corazón de Jesús se encuentra atento al sufrimiento de la gente y cómo la atiende con la más grande delicadeza y ternura. ¿Por qué no hacemos la experiencia de coger el Evangelio y adentrarnos en él con esta clave de lectura? Seguro que encontraremos luz abundante para descubrir muchas situaciones similares a las nuestras. Jesús quiere mostrarnos así cómo es el amor del Padre y el suyo, por ello nos dice: «Sed misericordiosos como lo es vuestro Padre» (Lc 6,36).

Desde esta perspectiva, podemos entender mejor el misterio pascual, cuya celebración preparamos a lo largo de la Cuaresma. En este itinerario de gracia, tomamos conciencia de nuestro pecado, porque vemos la distancia que existe entre lo mucho que nos ama Dios y cómo correspondemos a su amor. No obstante, nos toma de la mano y nos hace revivir. San Pablo lo expresa con esta claridad que proyecta sobre nuestra vida una luz nueva y nos abre a la confianza: «Dios, rico en amor, nos ha amado tanto que nos ha dado la vida juntamente con Cristo, a nosotros que estábamos muertos por nuestros pecados. Por su gracia, Dios os ha salvado» (Ef 2,4-5).

¿A dónde nos lleva todo esto? Nos lleva a buscar luz para vivir en cristiano. Dios actúa amando y haciéndose presente en nuestra realidad humana. Jesús es quien nos lo ha dado a conocer para que, contemplando lo que somos y vivimos, dejemos que su acción salvadora impregne todos los ámbitos de la vida de nuestra sociedad, aunque bastantes veces la encontremos en una crisis profunda. Al ejercer la misericordia, podemos generar confianza y hacer que muchos de los que se han frustrado y viven decepcionados, recuperen la esperanza. Ser misericordiosos, además, nos lanza a practicar la justicia y ser consecuentes con nuestra fe. Es en este sentido que hemos de entender la radicalidad de las palabras de san Gregorio Magno en su Regla pastoral: «Cuando damos a los pobres las cosas indispensables, no les hacemos liberalidades personales, sino que les retornamos lo que es suyo. Más que un acto de caridad, lo que hacemos es cumplir un deber de justicia». No podemos olvidar que la misericordia, como expresión de la caridad, siempre incluye las exigencias de la justicia.

Sants del dia

06/05/2024Sant Pere Nolasc, sant Lluci Cirineu, sant Marià.

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