DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN
“La casa de mi Padre”
El misterio de su nueva vida de Resucitado que con la ayuda del Espíritu santo, su Madre y los apóstoles llegaron a creer, fue el principio de su cambio radical. De amigos y discípulos de Jesús se transformaron en sus valientes y contagiosos testigos. Hablaban de Jesús, pero sobre todo del sentido nuevo que su resurrección les dio a ellos y todos los hombres que crean en él.
A medida que ellos convencían a otros, nacieron las primeras comunidades de seguidores de Jesús. El proceso no era fácil, pues su muerte en cruz parecía impedir el seguimiento; fue la gracia de Dios y el testimonio de los discípulos radicalmente transformados, el secreto de la Iglesia naciente. Las nuevas comunidades se fueron organizando bajo la dirección de los apóstoles y de sus sucesores.
El primer paso de entrada en la comunidad era y es el bautismo; éste sigue a un proceso de conversión a la predicación de los apóstoles. De esta conversión a la fe cristiana el centro es la Resurrección de Jesús; de ella brota la luz que explica su vida, su muerte y su doctrina. La eucaristía es precisamente la celebración de esta fe en la vida la muerte y la resurrección de Jesús. Estas dos celebraciones, el bautismo y la eucaristía, de las que nace y se alimenta el cristiano, son el doble fundamento de la Iglesia.
Desde aquellos orígenes apostólicos, ¡cuánta historia! Cada época ha obligado a crecer en la fe para responder a nuevos interrogantes. Historias de graves pecados han mermado el crecimiento y desviado los seguidores de Jesús; al mismo tiempo la gracia de Dios ha obrado en ellos maravillas de servicio, fidelidad y amor.
Llorenç Tous