14º DOMINGO ORDINARIO (B)
“Desconfiaban de él. Jesús les decía: -No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa… No pudo hacer allí ningún milagro…Y se extrañó de su falta de fe”.
Nos encontramos ante el primer fracaso de Jesús, precisamente en su pueblo de Nazaret, entre los más cercanos a él. Pues lo que en principio era una ventaja, ser sus paisanos, se cambia en obstáulo.
La historia se repite, desgraciadamente: “Vino a los suyos y los suyos no la acogieron”. Juan 1, 11. Este evangelista amplía el panorama a todo Israel y trata a Jesús como “la Palabra” de Dios. Nos preguntamos ¿por qué se repite a veces lo mismo?
El problema está en lo difícil que resulta creer en determinadas situaciones. En Nazaret, entre los paisanos de Jesús, la dificultad era la misma de los sabios y entendidos (Mateo,11, 25. Si no corregimos nuestra mentalidad con una inmersión en la verdadera humildad, nuestra mente prepara para Dios una determinada presencia acorde con nuestro orgullo. Sin grandeza, honor y victoria, nos cuesta reconocerle. Para los de Nazaret Jesús era demasiado normal, como todos, travieso, descuidado, a veces perezoso, etc. como todo hijo de madre. Al escuchar sus palabras, realmente nuevas y notables, no se dejaron convencer… por algún sitio le saldrá el engaño!, se decían.
También hoy, como siempre, cuesta aceptar el misterio de la Encarnación de Dios. Ayudan a creer, sobre todo a algunos,los llamados milagros, los hechos extraordinarios a nuestro favor, como pruebas de su divina bondad, pero cuesta aceptar un Dios que convive con el mal, sin detenerlo, sobre todo cuando es atroz, injusto o mortal. Es la continuación del misterio de la muerte de Jesús en la cruz y la de tantos crucificados de hoy y de siempre.
La fe no se apoya en razones, sino en una rendición amorosa, motivada por la confianza en Alguien que nos la merece. No le queda otra puerta a todo hombre o mujer que quiera acercarse al misterio de Dios; si no parte de esta fe, no podrá acceder a Dios; se quedarà siempre en una imagen de Él que el hombre o la mujer se han hecho a su imagen y semejanza, o sea, estarà engañado ante un ídolo.
Llorenç Tous