24º DOMINGO ORDINARIO (B)
“Ser ejecutado y resucitar al tercer día”
La primera impresión que nos producen estas palabras es de espanto. ¿Cómo se explica un fracaso tan rotundo? Al menos a primera vista. ¿Qué necesidad tenía Jesús de fracasar? Siempre quedará como un misterio para nuestra mente. Cuanto más crezca nuestro amor a Jesús, más difícil se hace aceptar este proyecto de vida.
Que fracasemos los humanos es lógico y normal, pero Jesús era sólo un humano ? “Haciéndose uno de tantos…haciéndose semejante a los hombres”, son dos traducciones del mismo texto de Filipenses 2,7. La clave que da un poco de luz a este misterio no es sólo la resurrección sino el amor, un amor que acaba siendo otro Admirable misterio ante el cual sólo cabe la adoración agradecida.
El misterio sigue cuando Jesús nos aplica su proyecto real de vida a cada discípulo: “que cargue con su cruz y me siga”. ¿Quién podrá quitar la cruz de la vida humana? Sólo el amor da fuerzas para llevarla con sentido. Podemos verlo todos los días en los padres luchando por la vida y la educación de sus hijos. También en los cristianos perseguidos y martirizados por su fe.
Desde el fracaso y la ignominiosa muerte de Jesús, reciben compañía, fraternidad y aliento todas las cruces, a veces tan pesadas, de los humanos.
“Resucitar a los tres días”
Para los cristianos aquí radica el final triunfante de todo fracaso y dolor. La luz de Pascua ilumina los misterios todos en este mundo y en la eternidad, los misterios de Jesús y los nuestros. Iluminarlos no significa evitarlos ni disminuirlos, sino darles un cierto sentido que ayuda a aceptarlos, confiando en Dios Padre. “La cruz…para los que se salvan, para nosotros, es un portento de Dios… la debilidad de Dios es más potente que los hombres”. 1 Corintios 1, 18.25. Poco entendería la Madre aquel misterio al pie de la Cruz; por la cruz de ella el Espíritu santo la transformó en Madre de la Iglesia.
Llorenç Tous