La Cuaresma es tiempo de detenerse en plegaria y ante el hermano herido

Un nuevo tiempo, una nueva oportunidad que se nos da para preguntarnos -en medio de un ambiente de tanta indiferencia- «¿Dónde estás?» (Gn 3,9) y «Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). La primera pregunta espera respuesta sobre la situación personal, si realmente soy lo que tengo que ser y cómo vivo mi identidad de cristiano. La segunda pregunta espera respuesta sobre la relación con los demás, si es como Dios la quiere de mí. Quién sabe si estamos despistados o descolocados, fuera del lugar que por vocación nos corresponde. Quién sabe si desoímos el grito que clama al cielo de tantos hermanos y hermanas oprimidos. No pensemos solo en los que están lejos, hagámonos conscientes de cómo tratamos a los que tenemos más cerca, tan cerca como Caín tenía a su hermano Abel hasta llegar a matarlo. Cuando escuchamos que Dios nos dice -como a Caín-: «Dónde está tu hermano?», pensemos que nos remite a muchas de nuestras maldades cuando despreciamos, insultamos, o ridiculizamos a la otra persona, cuando -drogados por el propio yo- esclavizamos al otro y lo hacemos objeto de nuestra crítica destructiva, de los ataques anónimos a través de las redes sociales o de otros medios. Es triste que se llegue a este deterioro de la convivencia humana, que nos degrada y crea un clima de desconfianza y relación amarga. ¿Por qué no empezar por aquí y ya ahora mismo en nuestra decisión de «conversión?». Propongámonos con valentía un itinerario de curación personal y de transformación social.

En su mensaje para la Cuaresma, el papa Francisco nos invita a que nos lo preguntemos seriamente y actuemos con firmeza: «Es tiempo de actuar -nos dice- y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura, de vaciamiento: fuera los ídolos que nos agobian, fuera los apegos que nos aprisionan. Entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará. Por tanto, desacelerar y detenerse. La dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará redescubrir, movilizará nuevas energías».

El papa Francisco nos pide «que se vea la alegría en los rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto puede suceder en cada comunidad cristiana», como también lo queremos para cualquier persona que desee tener buena voluntad. Y, sobre todo, como dice al final del mensaje: “En la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza. Quisiera decirles, como a los jóvenes que encontré en Lisboa el verano pasado: “Busquen y arriesguen, busquen y arriesguen. En este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos dolorosos —estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos—, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de un gran espectáculo. Y hace falta coraje para pensar esto”». Es el coraje de la conversión, de salir de la esclavitud. La fe y la caridad traen de la mano esta pequeña esperanza. Le enseñan a caminar y, a su vez, es ella la que las arrastra hacia adelante.

Sants del dia

06/05/2024Sant Pere Nolasc, sant Lluci Cirineu, sant Marià.

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