Misión en comunión de Iglesia para que el mundo crea, participada, compartida y corresponsable
Debemos valorar y agradecer de corazón la alta participación de los arciprestazgos en la preparación del Plan de Pastoral, de los grupos sinodales en la fase diocesana y continental, de la vida consagrada, delegaciones y organismos diocesanos, del mundo de la enseñanza y tantas otras aportaciones de colectivos y particulares de la Iglesia de Mallorca, junto con la variada riqueza de respuestas a las cuestiones que hemos ido planteando a lo largo de estos dos últimos años, y la coincidencia en temas fundamentales a tratar. Todo ha sido recogido y estudiado para convertirlo en una propuesta que se concreta en un Plan de Pastoral que próximamente presentaremos, para que nos sirva de hoja de ruta y nos anime a hacerla ya para el presente y ponga las bases para un futuro inmediato, cada uno desde el lugar que le corresponde.
Todo el mundo pide cambios importantes y necesarios, algunas estructuras son caducas y ya no responden a los tiempos que vivimos, aún hay síntomas de una Iglesia demasiado centrada en sí misma y poco «en salida» y que decididamente debe responder a la invitación de Jesús cuando dice: «Id…» (Mt 28,19-20). «Hoy, en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio» (EG 20).
Durante casi dos años, con oración, reflexión y diálogo, hemos intentado hacer este discernimiento y descubrir entre todos los caminos por donde transitar que el Señor nos pide. Lo hemos hecho participando en los grupos sinodales y respondiendo a la elaboración del Plan de Pastoral. Se ha recogido y profundizado un material valiosísimo que abre muchos caminos de esperanza por la participación que ha habido y el interés que todos han demostrado para hacer posible entre todos una Iglesia sinodal que está llamada a vivir en comunión «para que el mundo crea» (Jn 17,21), que es consciente de la misión que el Señor le ha encomendado y que ha de llevar a cabo de una manera participada, compartida y corresponsable. Ahora, que ya hemos hablado mucho de ello, estamos ante el reto de que pongamos en práctica todos estos buenos deseos e intenciones.
Para hacer posible toda esta tarea llena de Evangelio, me permito repetir una vez más la invitación que el papa Francisco nos hace con estas palabras tan alentadoras: «Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que esta invitación no es para él, porque nadie queda excluido de la alegría reportada por el Señor» (EG 3). Hagamos nuestra esta invitación y seamos generosos.
Toda esta misión en comunión, con el espíritu sinodal de caminar juntos, hemos de hacerla nuestra, laicos y laicas, consagrados y consagradas, y clero de la Iglesia de Mallorca; hagámoslo como Pueblo de bautizados y confirmados, comprometidos con el presente y en camino hacia el futuro. ¡Es la hora de actuar!, confiando siempre en el Señor Resucitado que no nos deja y nos da su Espíritu para que sea la fuerza del testimonio que tenemos que dar, tanto de forma silenciosa como explícita, siempre con la humildad del que sirve y da la vida porque ama como Jesús (cf. Mt 20,28; Mc 10,45).