¡Padre, envíanos pastores, los necesitamos más que nunca!

Escribí hace tiempo que no podemos silenciar la preocupación que genera la falta de vocaciones al ministerio sacerdotal. Por ello y valorando la comunidad de los que forman nuestro Seminario, os pido que proyectemos sobre él una mirada de afecto y de corresponsabilidad. Hagámoslo con actitud sinodal, que es de comunión, de participación y de conciencia de misión, ya que todos vamos en el mismo barco, y a todos nos toca remar. Os lo pido de todo corazón. Es lo que tenemos que conseguir de parte de cada cristiano, de cada comunidad parroquial, de cada movimiento evangelizador, como también de las personas concretas, presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y laicas de nuestra Iglesia de Mallorca. A todos nos interesa que haya respuestas valientes a la llamada que Dios dirige a cada uno. No tan solo lo queremos y nos interesa, sino que, desde la familia, grupos de catequesis, colegios, esplais, escultismo, asociaciones, grupos juveniles y tantos otros, debemos hacer lo posible para que estas respuestas se den, después de que hayamos ayudado a discernir cuando alguien se plantea su vocación o cuando le ayudamos a que se la plantee.

En estos momentos, forman nuestro Seminario once seminaristas, que cursan los estudios en el Centre d’Estudis Teològics de Mallorca (CETEM) y viven en comunidad en el Santuario de la Mare de Déu de Lluc, junto con el rector y responsables, utilizando también las dependencias del Seminario Mayor -la Sapiència- durante el tiempo que han de permanecer en Palma. Hemos de alegrarnos y agradecer que en estos momentos también algunos otros se hayan acercado porque están descubriendo que el Señor les ha tocado el corazón y solicitan empezar ya el próximo curso un proceso de discernimiento vocacional. Llevémoslo a la oración.

Como decía, somos conscientes de que cuando se habla de crisis de vocaciones se trata más bien de crisis de respuesta a la llamada que Dios hace a cada uno y, es en esta dirección de ayuda que tenemos que hacer lo posible para que lo trabajemos con un compromiso formativo serio desde cualquier instancia educativa, sea en el ámbito de la Iglesia o -por la presencia de laicos y laicas- en otros espacios seculares. La llamada, que siempre viene de Dios y que escuchamos desde la fe, puede hacerse oír en cualquier lugar y dirigirse a cualquier persona, como lo hace Jesús cuando dice: «¡Ven conmigo, sígueme!». Lo que nos corresponde hacer a nosotros es crear el clima favorable para que la llamada sea detectada, escuchada, meditada, discernida y respondida.

Es importante que, tanto si el planteamiento vocacional se da en el período adolescente como en la edad adulta, pongamos la máxima atención, dedicación y acompañamiento. También se nos pide proveer la diócesis de un Seminario menor o una institución semejante que acoja y acompañe los brotes vocacionales más tiernos. En nuestro caso, ya contamos con el Seminario en familia, que combina la experiencia de un grupo de adolescentes que se plantean la vocación, cursan los estudios normales propios de su edad, viven en casa con la familia y tienen momentos puntuales de encuentro y formación, hasta que a la edad correspondiente entren en el Seminario mayor. No podemos perder mucho tiempo. La necesidad de presbíteros y diáconos es cada día mayor y proveer el Seminario de candidatos es urgente. Os invito a que cada uno se pregunte qué hace por las vocaciones y para que su testimonio cristiano sea evangélicamente contagioso y, en la medida prudente, también sea una invitación explícita. Ya lo veis, el lema de este año es una oración: ¡Padre, envíanos pastores! Hagámosla con amor y confianza.

Sants del dia

06/05/2024Sant Pere Nolasc, sant Lluci Cirineu, sant Marià.

Campanyes