Pongamos luz en la oscuridad y confianza en la adversidad

No siempre resulta fácil renovar ánimos y avanzar, cuando la aridez del desierto y la tentación de un camino diferente son un obstáculo para la esperanza y el caminar ilusionados. Jesús es un especialista porque nos hace ver el realismo con que se ha de contemplar la vida, la propia personal y la del mundo entero. Digo especialista porque es capaz de poner luz en medio de momentos de oscuridad y de generar confianza cuando las cosas se presentan a contra gusto. Es el camino de la fe, es la respuesta que da cuando se vive la angustia del desconcierto ante tantas ofertas que nos presentan un mundo diferente del que Dios quiere. El hecho es que las tentaciones están, como estuvieron en Jesús, y debemos aprender a relacionarnos con ellas, aunque no es nuestro camino el que nos proponen, pero desde ellas y por contraste, podemos vivir cómo se dibuja un recorrido por el que tendremos que transitar.

Tenemos la experiencia de Abraham, al que se le llama «padre en la fe» porque confió contra toda adversidad. Tenemos la experiencia de los apóstoles en el momento en que descubren el realismo de la misión de Jesús, que es persecución, pasión y muerte, pero resplandeciente por una luz que capacita para ver con otros ojos. Ante la realidad de cada día, sea favorable o adversa, la fe nos capacita para otra mirada, la que hoy tanta falta nos hace para observar todo lo que sucede con una visión constructiva, completamente nueva.

Acercándonos a Jesús, encontramos su verdad y la nuestra. Es así que podemos nacer a la confianza. Jesús conoce bien nuestros desiertos y nuestras tentaciones, pero se nos presenta con una respuesta que los transforma y sobre los que proyecta la luz de la resurrección, que será la respuesta definitiva a todos los momentos de oscuridad y de adversidad. Más aún, todo signo de muerte es destruido y cambiado en signo de vida. Lo vivimos en los sacramentos, en la oración y en una vida de amor y de servicio a los hermanos, más aún cuando son los que pasan más necesidad.

El misterio de la Transfiguración, que en el segundo domingo de Cuaresma meditamos, nos abre al amor gratuito de Dios por la humanidad y se revela como amor del Padre, como comunicación que el Hijo hace de este amor, como fecundidad del amor divino que el Espíritu Santo infunde en nuestros corazones. Con más razón podemos decir que, entrando íntimamente en el corazón de Cristo con una experiencia similar a la suya, podemos llegar a conocer sus mismos sentimientos y participar de ellos. Entonces, cualquier dificultad, ante la que cualquier persona podría hundirse, se convierte en oportunidad para experimentar la elección que ha hecho cada uno de nosotros. Entonces, la pregunta de san Pablo adquiere todo su sentido: «Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién condenará? ¿Será acaso Cristo, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, y que intercede por nosotros?» (Rm 8,31b-34).

Jesús, en nuestro itinerario cuaresmal, tal como lo hizo en otro tiempo con sus discípulos, quiere que participemos de la proximidad de Dios y, al mismo tiempo, enseñarnos cuál y cómo es el camino que lleva a la Resurrección, un camino que pasa por la dura prueba de la pasión y de la cruz, pero es para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Por ello, ponemos luz en la oscuridad y confianza en cualquier adversidad. Jesús, en medio de un gran realismo, nos hace ver que, con Él, lo transfiguramos todo y a todos.

Sants del dia

06/05/2024Sant Pere Nolasc, sant Lluci Cirineu, sant Marià.

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