Un «Reino atípico», el de Jesús, diferente de los reinos de este mundo

No estamos demasiado acostumbrados a aplicar la palabra «Reino» a las propuestas de Jesús, tanto en su predicación como en su actuación. Sus palabras y los hechos que realiza tienen poco que ver con las pretensiones de los poderes de este mundo. Ya lo dijo él mismo a Pilato antes de ser condenado cuando le pregunta: «¿Eres tú el rey de los judíos?». La respuesta es contundente: «Mi reino no es de este mundo. Si fuese de este mundo, mis hombres habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí». Aún le dijo Pilato: «Con que, ¿tú eres rey?» y Jesús le responde: «Tú lo dices: yo soy rey. Yo he nacido y venido al mundo para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (cf. Jn 18,33-37). El anuncio va para todos sin distinciones. Jesús tiene claro que debe anunciar el Reino de Dios a todo el mundo, «para eso -dice- he sido enviado» (Lc 4,43).

Cuando habla del «Reino» incluye la verdad, a los pobres, a los limpios de corazón, la compasión, la justicia, el perdón, el servicio, a los humildes, a los que lloran, a los que trabajan por la paz. También a los que son insultados, perseguidos, calumniados… «De todos ellos -dice Jesús- es el Reino de los cielos» (cf. Mt 5,3-12). La palabra «Reino» invoca una nueva forma de ser y de vivir, una nueva existencia marcada por lo que Jesús ha venido a anunciar y establecer, una nueva manera de relación con Dios y con las demás personas.

El papa Francisco en EG 180 lo explica muy bien cuando dice que «leyendo las Escrituras queda por demás claro que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación personal con Dios. Nuestra respuesta de amor tampoco debería entenderse como una mera suma de pequeños gestos personales dirigidos a algunos individuos necesitados, lo cual podría constituir una “caridad a la carta”, una serie de acciones tendentes sólo a tranquilizar la propia conciencia. La propuesta es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33). El proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: “¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!» (Mt 10,7). ¡Proclamémoslo de palabra y con hechos, aquí, en nuestra tierra!

Es un «Reino» que en la oración de la Iglesia definimos como «Reino» de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Jesús lo predicó en una tierra donde resulta muy difícil verlo cumplido ahora por la violencia que se da, como pasa en tantos otros lugares, donde los pobres, los inocentes, son las primeras víctimas. Jesús se identifica con ellos, los más vulnerables, para hacernos ver cómo debemos actuar nosotros y que, en definitiva, será el tema sobre el que seremos evaluados, siempre con la medida del amor. Dice el papa Francisco que «la Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: “Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí”» (Mt 25,40). Buscar y vivir ya el «Reino de Dios» es impregnarse de este amor solidario, haciéndole realidad cada día aquí, entre nosotros. ¡Apuntémonos a él con valentía y confianza!

Sants del dia

18/05/2024Sant Joan I papa, sant Fèlix de Cantalicio, sant Eric IX de Suècia.

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