El papa Francisco había dicho que «en la barca de la Iglesia estamos seguros a pesar de nuestras miserias y debilidades. Garantía contra el naufragio es la fe en Cristo y en sus palabras…». Es Cristo y su palabra el que nos ha acompañado a lo largo de estos últimos años cuando nos hemos dedicado con toda la Iglesia a trabajar el Sínodo de la sinodalidad, y en nuestra diócesis de Mallorca a preparar un Plan de Pastoral que orientase el presente y tuviese proyección de futuro. Tenemos que decir con gozo y gratitud que hay línea marcada y que la hemos trazado entre todos, escuchándonos sinodalmente los unos a los otros. El resultado han sido las aportaciones de los más de cien grupos que han vivido el Sínodo sobre todo en la fase diocesana y el análisis y las propuestas que han ayudado a señalar los siete grandes objetivos con sus respectivas acciones a llevar a cabo a partir de este año.

Todo ello lo habíamos trabajado bajo la inspiración y acompañamiento del papa Francisco, pero era ahora, a principios de mayo, que un nuevo Papa, León XIV, cogía el timón de la barca de Pedro y nos decía que «tenemos que buscar juntos cómo ser una Iglesia misionera, una Iglesia que construye puentes, diálogo, siempre abierta a acoger a todos los que necesitan nuestra caridad, nuestra presencia, el diálogo y el amor». Palabras que pronunciaba deseando a toda la humanidad la paz de Jesucristo, una paz que, en medio de la situación de conflicto internacional que padecemos, llegue al corazón, una las familias y todas las personas, todos los pueblos, toda la tierra. Una paz que, para conseguirla, sea desarmada y desarmante. Desde entonces, somos testigos de su valiente actitud.

Es en este marco, justo en el corazón de la situación que vivimos, que tenemos que centrar nuestro trabajo siguiendo sobre todo los siete grandes objetivos del Plan de Pastoral y sus correspondientes acciones, como los responsables que deben llevarlo a cabo y los plazos en que deben realizarlo. El fundamento y punto de partida de todo es el encuentro con Jesús y su anuncio, fuente de espiritualidad y de toda acción pastoral. Sigue la comunión fraterna, vivida especialmente en la unidad de parroquia, familia y escuela. En tercer lugar, interesa que trabajemos a fondo el tema vocacional, especialmente de cara a los jóvenes y fijándonos en la variedad de vocaciones, consecuencia de la única vocación a la vida cristiana. Ir construyendo una Iglesia samaritana que atienda a los pobres, especialmente en la problemática migratoria y crisis habitacional. Ocupa un lugar importante para llevarlo a cabo la comunicación social interna y externa que sirva una buena información y ayude a hacer un buen uso de las redes sociales. Será bueno centrarlo todo en favorecer una cultura del encuentro y prestar un servicio transparente desde el patrimonio y la economía. Finalmente, un objetivo muy actual y necesario: la atención a los enfermos y necesitados de salud, las exequias, los funerales y el acompañamiento del luto. Esta es la propuesta de trabajo pastoral, sin dejar otros aspectos que cada día se nos presentan. Ya que navegamos juntos en el mismo barco, estamos todos implicados para ser corresponsables. Es lo que el Espíritu pide a nuestra Iglesia de Mallorca en la hora actual.

Hoy, como ya lo hago en la Carta Pastoral, damos este tono programático para que nos pongamos manos a la obra, ya que hay mucho trabajo. Que nadie se ponga a navegar solo ni piense que así tiene que hacerlo su parroquia, comunidad, colegio, movimiento, asociación, cofradía o grupo… Existe un misterio de comunión que nos une y nos compromete ante Dios, y ello nos implica a todos. Vivamos el gozo perenne del estilo sinodal, que es caminar juntos, navegar juntos con esperanza en medio del mar grande de nuestra sociedad.