Responder juntos a la pregunta de Jesús: «¿me amas?»
La fiesta de los apóstoles Pedro y Pablo nos remite a la fe, a su fe indestructible en el Señor. Con san Pedro, queremos decir a Jesús con firmeza: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Y con san Pablo, queremos proclamar nuestra plena identificación con Él: «Estoy crucificado con Cristo. La vida que vivo ya no es mía; es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,19-20).
Era en esta fiesta de los santos apóstoles que san Pablo VI hacía profesión solemne de fe con las palabras del Credo del Pueblo de Dios, y decía: «Queremos prestar a Dios, sumo y vivo, el obsequio de la profesión de fe. Y como en otro tiempo, en Cesarea de Filipo, Simón Pedro, fuera de las opiniones de los hombres, confesó verdaderamente, en nombre de los doce apóstoles, a Cristo, Hijo del Dios vivo, así hoy su humilde Sucesor y Pastor de la Iglesia universal, en nombre de todo el pueblo de Dios, alza su voz para dar un testimonio firmísimo a la Verdad divina, que ha sido confiada a la Iglesia para que la anuncie a todas las gentes».
El día de nuestro bautismo entramos por la puerta del camino de la fe. Un itinerario que dura toda la vida y que somos llamados a recorrer con la convicción de que el Señor nos acompaña y guía nuestros pasos. Si nos fijamos en los apóstoles Pedro y Pablo, podemos experimentar el ánimo que nos infunde la firmeza de su fe en el Señor. Por Él han entregado su vida hasta el martirio. Pedro y Pablo, su persona, su mensaje y su testimonio de vida nos sitúan en el corazón de la Iglesia, decidida a hacer presente en el mundo la Buena Nueva del Evangelio, tal como nos lo han recordado los papas Francisco y León.
La experiencia que viven Pedro y Pablo para dar a conocer a Jesucristo, no obstante, no les resulta siempre fácil. Pasan por la persecución, la cárcel, la marginación, el rechazo social. Sobre esta fuerza testimonial de los Apóstoles, la Iglesia encuentra el fundamento que dará solidez a la misión que el Señor le ha encargado; y sobre la sangre derramada en el martirio, encontrará consistencia todo el amor de caridad que a lo largo de los siglos será la credencial de su credibilidad. La respuesta definitiva, la dará Pedro como Cabeza de la Església cuando Jesús le confía la misión de apacentar el rebaño y le dice por tres veces: «Pedro, ¿me amas?» y Pedro le responde con su forma de amar, todavía inmadura: «Señor, tú lo sabes todo, sabes que te quiero» (cf. Jn 21,15-19).
Haciendo referencia al inicio de mi ministerio episcopal entre vosotros, quiero volver a deciros que «el pastor, como en el caso del apóstol Pedro, es el que escucha la pregunta y ha de ser humildemente fiel en la respuesta. Sin embargo, también hoy permitidme que os diga que me veo con la obligación de tener que responder junto con todo el rebaño, contando con vosotros, no quiero ni puedo responder solo, ya que la pregunta, la hemos escuchado juntos y va dirigida a todos. No tendría sentido una respuesta limitada al pastor y que el rebaño no se sintiese implicado en ella. Por eso, para responder os necesito a todos vosotros y me atrevo a deciros que tenemos que responder juntos, a coro, al unísono, porque será juntos que tendremos que recorrer el mismo camino en esta Iglesia de Mallorca que el Señor ama y por eso nos la confía, cada uno con su responsabilidad aceptada y madurada desde el compromiso bautismal y desde la variedad vocacional de los carismas» (Catedral, 25-XI-2017).