Nuestras raíces sagradas, tenemos el mejor regalo

Una vez más debemos preguntarnos si somos realmente conscientes de las raíces que constituyen nuestra dignidad como cristianos: si el hecho de haber recibido el Bautismo ha marcado nuestra vida hasta el punto de hacer de ella un signo visible del amor de Dios; si la conciencia de pertenencia a la Iglesia nos impulsa a hacer de nuestra convivencia humana una verdadera fraternidad entre nosotros, una fraternidad sin fronteras; si el bautismo es la puerta de acceso a los demás sacramentos y la fuente del compromiso para anunciar el Evangelio. En definitiva, ya que nuestras raíces son sagradas, ¿qué respeto merecen?, ¿se mantiene vivo nuestro compromiso bautismal?, ¿somos fieles a él?, ¿es una semilla que cuidamos y dejamos crecer?

Nuestro Bautismo tiene su origen en el de Jesús. Hoy, día importante para agradecer y hacer presente nuestro bautismo y recordar su fecha, día para agradecer siempre la decisión de centrar toda nuestra existencia en Jesús, a quien vemos en la fila de los pecadores, el día en «que todo el pueblo se hacía bautizar» a la vera del río Jordán. Juan Bautista, sin embargo, anuncia algo nuevo: «Yo os bautizo solo con agua, pero viene el que es más poderoso que yo, tan poderoso que no soy digno ni de desatarle el calzado. Él os bautizará con el Espíritu Santo y con fuego», dice el Evangelio.

Veamos, pues, cómo celebramos y vivimos hoy el sacramento del Bautismo y qué significa, en el caso del bautismo de niños, para los padres y madres que lo piden para sus hijos. Si es la entrada a la Iglesia, ¿cómo lo vive la comunidad cristiana?, ¿cómo se hace presente?, ¿por qué en un funeral hay tanta gente y en un bautismo tan poca?¿No significa nada la entrada de nuevos miembros en la Iglesia? De hecho, debería ser un momento para estar presente toda la comunidad. Mucho más aún si se trata del bautismo de adultos. El nuevo Directorio sacramental y el nuevo Plan de Pastoral nos animan a que sea así y pueda ser un paso importante en la revitalización de las parroquias, ya que pueden ganar en calidad comunitaria y en rostros con más humanidad. Además, hoy es necesario y urgente hacer bien y a consciencia la preparación del bautismo y el acompañamiento de los primeros años de la vida -de 0 a 7 años- cuando se pone el fundamento de la personalidad de cada uno mediante todo lo que se transmite en el ambiente familiar. Esta edad es la de cuidar las raíces sagradas, ya que la manera en que se educa es decisiva para el futuro.

El Bautismo no es un simple rito, es una acción del Espíritu del Resucitado en nuestra vida, es nuestra plena inmersión en Él, una participación de su propia vida, somos hijos de Dios, nuestra máxima dignidad, el mejor regalo. Un payés de mi parroquia, en una reunión de preparación de la homilía que teníamos cada semana, y después de leer y meditar la Palabra de Dios de la fiesta del Bautismo, intervino con mucha gracia diciendo: «El bautismo, yo lo veo como un gran regalo que Dios nos ha hecho, puesto en una caja muy bien envuelta con papel de celofán y liada con un lazo muy vistoso. A veces, sin embargo, los hay que aún no han deshecho el lazo ni han abierto la caja, por eso no viven la alegría del regalo, la alegría de ser cristiano. Y añadió: «¡Qué lástima!». Fue una buena lección la intuición de este buen hombre que lo vivía de lleno. Y nos hizo pensar mucho a todos. En la homilía lo conté.

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26/04/2025Sant Isidor de Sevilla, sant Clet papa, sant Pascasi Radbert.

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