«¡No estás lejos del Reino de Dios!» ¿A quién se lo diremos?

Una pregunta clave aparece constantemente en nuestra vida de creyentes. La misma que un maestro de la Ley hace a Jesús: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos de la Ley?». Está preguntando por lo esencial en la vida, por lo que es fundamental y lo reorienta todo, aquello de lo que no podemos prescindir a la hora de afirmar el verdadero sentido religioso de nuestra existencia. De hecho, es la pregunta sobre Dios, quién es y qué lugar ocupa en nuestro corazón y en nuestras relaciones sociales, especialmente respecto al otro, al prójimo al que hemos de acoger y amar.

Todo ello nos lleva a analizar la importancia de este nexo entre el amor a Dios y el amor a los demás. Muchos textos de la Palabra de Dios insisten en este nexo. Lo afirma con contundencia san Juan en su primera carta: «Si alguno dice que ama a Dios, pero no ama a su hermano, es un mentiroso, porque el que no ama a su hermano, que ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Jesucristo mismo es quien nos da este mandamiento: Quien ama a Dios, que ame también a su hermano» (1Jn 4,20-21).

Esta es la medida para medir un amor que no tiene medida. Haciéndolo así, no nos equivocamos, porque, por una parte, sabemos quién es el prójimo a quien amar y, por otra, el Dios que preside nuestra vida y que no permite otros contrincantes que nos hagan caer en antiguas y nuevas idolatrías. El primer mandamiento y el segundo mandamiento, entendidos y practicados como un solo mandamiento, ponen a Dios como fundamento de la auténtica dignidad del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, como describe el libro del Génesis.

Sabemos bien que una tentación constante es poner la confianza en lo que no es Dios hasta rebajarnos a dar valor absoluto a todo lo que es relativo. Jesús, como Él lo ha hecho, nos enseña a vencer cualquier tentación, y nos invita a poner toda nuestra confianza en Dios. Preguntémonos:

  • Realmente, ¿creo en Dios? ¿Es el único Dios en mi vida?
  • ¿Es el Dios de Jesucristo quien está guiando mis pasos de cada día y es el fundamento de mis convicciones religiosas?
  • ¿Cómo mi fe en Dios, que es Padre y todo Amor, es fuerza para el amor al prójimo y da unidad a toda mi vida?
  • ¿Cómo alimento y hago crecer esta fe en Dios?
  • Y como consecuencia, ¿cómo mi fe en Dios quiere ser compartida y celebrada en la comunidad de la Iglesia?
  • ¿Podemos afirmar con toda certeza que no estamos lejos del Reino de Dios?

Todo ello debemos anunciarlo desde nuestra fe personal y compartida con tantos hermanos y hermanas que buscan sinceramente a Dios. Cuando esta experiencia nos lleva a encontrar esta misma sinceridad en los que todavía no han llegado a la fe, pero aman y sirven a sus hermanos con entrega total, también tenemos la obligación y el gozo de decirles lo mismo que Jesús dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Pensemos a quién podemos decírselo ya como gesto evangelizador, que será siempre un gesto de proximidad y de oferta de amistad, como hacía Jesús.

Sants del dia

13/01/2025Sant Hilari de Poitiers, sant Remigi, sant Godofred.

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