Corazones ardientes, ojos abiertos, pies en camino…
Para la Jornada Mundial de las Misiones, que celebramos este domingo, el lema escogido –«Corazones ardientes, pies en camino»- se refiere al descubrimiento de Jesús en el momento en que los discípulos que van camino de la aldea de Emaús se han encontrado con Él (cf. Lc 24,13-35). El sentido de la misión y la llamada a ser misioneros y misioneras en cualquier lugar proviene de un encuentro personal con Jesús y del ardor interior que hace vivir la misión.
En palabras del papa Francisco en su Mensaje para esta Jornada Mundial dice que «aquellos dos discípulos estaban confundidos y desilusionados, pero el encuentro con Cristo en la Palabra y en el Pan partido encendió su entusiasmo para volver a ponerse en camino hacia Jerusalén y anunciar que el Señor había resucitado verdaderamente. En el relato evangélico, percibimos la trasformación de los discípulos a partir de algunas imágenes sugestivas: los corazones que arden cuando Jesús explica las Escrituras, los ojos abiertos al reconocerlo y, como culminación, los pies que se ponen en camino. Meditando sobre estos tres aspectos, que trazan el itinerario de los discípulos misioneros, podemos renovar nuestro celo por la evangelización en el mundo actual». La iluminación les viene de la Palabra de Dios, esta vez explicada por Jesús, que les transforma el corazón y los abre a la misión.
Sin embargo, el gesto que les hace «abrir los ojos» es la fracción del Pan, gesto que identifica a Jesús y a través del que lo reconocen. Sigue el papa Francisco: «Este hecho da a entender una realidad esencial de nuestra fe: Cristo que parte el pan se convierte ahora en el Pan partido, compartido con los discípulos y por tanto consumido por ellos. Se hizo invisible, porque ahora ha entrado dentro de los corazones de los discípulos para encenderlos todavía más, impulsándolos a retomar el camino sin demora, para comunicar a todos la experiencia única del encuentro con el Resucitado. Así, Cristo resucitado es Aquel que parte el pan y al mismo tiempo es el Pan partido para nosotros. Y, por eso, cada discípulo misionero está llamado a ser, como Jesús y en Él, gracias a la acción del Espíritu Santo, aquel que parte el pan y aquel que es pan partido para el mundo.» Partir el pan para poder compartirlo después de haberlo repartido. «Hacer este gesto, ¿sabéis qué significa? ¿Sabéis que eso es la solución al problema de un mundo que acapara y no reparte?» -me dijo un no creyente que, habiendo entrado en una iglesia, se había fijado en este gesto. ¡Da qué pensar que alguien haga esta lectura y abra los ojos ante lo que hacemos cuando celebramos la Eucaristía! Partir el pan material con los hambrientos en el nombre de Cristo, ya es un acto misionero, el gesto evidente de una Iglesia en salida.
El resultado lo tenemos en la imagen de los «pies en camino». Dice Francisco que «la imagen de los “pies que se ponen en camino” nos recuerda una vez más la validez perenne de la misión ad gentes, la misión que el Señor resucitado dio a la Iglesia de evangelizar a cada persona y a cada pueblo hasta los confines de la tierra. Hoy más que nunca la humanidad, herida por tantas injusticias, divisiones y guerras, necesita la Buena Noticia de la paz y de la salvación en Cristo. Por tanto, aprovecho esta ocasión para reiterar que «todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable». Por ello, ahora que lo estamos preparando, nos invita a caminar juntos y ponernos de acuerdo en un Plan Pastoral que sea verdaderamente misionero, tal como nos lo hemos propuesto como Iglesia sinodal, y ser signo de unidad «para que el mundo crea» (Jn 17,21).