Dios es Amor. ¡Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo!

Del eros al ágape, del amor humano al amor divino. He aquí el itinerario a recorrer para una comprensión del amor con que Dios nos ama y cómo en Jesús nos mueve a amar por la fuerza del Espíritu Santo que nos ha dado. La propuesta es el amor de caridad, lo que se pide a todo cristiano y a la Iglesia como comunidad de amor que sabe mirarse en el Dios Trinidad, haciéndonos descubrir que -como dice san Agustín- «si ves la Trinidad, ves el amor». Un amor que es todo donación y entrega, como el amor de Jesús, hasta dar la vida. «Jesús ha perpetuado este acto de entrega mediante la institución de la Eucaristía durante la Última Cena. Ya en aquella hora, Él anticipa su muerte y resurrección, dándose a sí mismo a sus discípulos en el pan y en el vino, su cuerpo y su sangre como nuevo maná (cf. Jn 6,31-33)» (n.13).  

Benedicto XVI en la su encíclica Deus caritas est, dice que «entre el amor y lo divino existe una cierta relación: el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia…» (n.5). El eros «necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el placer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en cierta manera lo más alto de su existencia, esa felicidad a la que tiende todo nuestro ser» (n.4). Acojámoslo y meditémoslo en el silencio de la plegaria. 

La palabra ágape, en cambio, es la expresión bíblica del amor y proviene del descubrimiento del otro, «En oposición al amor indeterminado y aún en búsqueda, este vocablo expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, superando el carácter egoísta que predominaba claramente en la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo […], sino que ansía más bien el bien del amado […]. El amor tiende a la eternidad […], hacia el descubrimiento de Dios» (n.6). Jesús, que es el amor de Dios encarnado nos ha mostrado el camino, uniendo el amor a Dios y al prójimo, hace de la caridad de la Iglesia una manifestación del amor trinitario. «El amor —caritas— siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad» (n.28b). ¿Lo es, este amor, una dimensión fundamental de mi vida de cristiano? 

El amor –ágape– es esencialmente don de sí mismo -nos recuerda el papa Francisco- y en su realidad original e infinita es Dios Padre quien se da a sí mismo generando al Dios Hijo, quien a la vez se da al Padre, y su amor mutuo es el Espíritu Santo, el vínculo de su unidad. No es fácil de entender este misterio, pero se puede vivir. Jesús nos da a conocer el rostro de Dios como Padre misericordioso; se presenta a sí mismo, hombre verdadero, como Hijo de Dios y Palabra del Padre, el Salvador que da la vida por nosotros; y ha hablado del Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo, el Espíritu de la Verdad, el Paráclito. Tres persones distintas, un solo Dios verdadero, plena comunión en el Amor de la que nos hace participantes. Recémoslo: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Sants del dia

08/05/2024Sant Víctor, sant Bonifaci IV papa, sant Benet II papa.

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