Nuestro destino: ¡vivir para siempre! 

Cuando contemplamos el mundo que nos rodea y las personas que lo habitamos, bastantes veces nos preguntamos cuál es el destino de todo esto. El hecho es que hay mucha realidad seca a nuestro alrededor y no es fácil una lectura alentadora cuando nuestra sociedad -tal como aparece y también se nos la presenta- es más un escenario de decepciones que un soplo de valor. A menudo estamos atrapados por una sociedad líquida que va deshaciendo los vínculos que la mantenían cohesionada. Tenemos la impresión de una sequía que a muchos ya no anima a vivir y más bien desconcierta, y nos mantiene en la incertidumbre de tomar compromisos que, en otras circunstancias, nadie habría puesto en duda. 

El incremento de la violencia a muchos niveles, la descomposición familiar, la desconfianza institucional, el desamparo social, la vulnerabilidad de los más pobres, la pérdida del sentido de lo sagrado y del respeto a las personas, el drama de los suicidas incluso en edades muy tiernas, las heridas del ambiente social, las disfunciones de la economía, la inseguridad ciudadana y la falta de protección del medio natural, y un largo etcétera, todo ello configura tanto la desertificación espiritual como la sequía personal, social y ambiental que nos preocupa. 

Pero, debemos ser capaces de abrir los ojos a la fe, a la esperanza y a la caridad, ya que desde Jesús y el evangelio tenemos noticia de que estamos hechos para la vida, hechos para resucitar y este es nuestro destino. El Espíritu es nuestra vida. Los que creemos en Cristo resucitado sabemos que Él es la fuente de todas las razones que tenemos para creer que la vida es más fuerte que la muerte y que en la debilidad encontramos nuestra fuerza. Nuestro destino es vivir en la plenitud del amor de Dios, unidos al Resucitado para siempre. Nos lo dice muy claro la Palabra de Dios: «… si habita en nosotros el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos, también, gracias a su Espíritu que habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos dará la vida a vuestros cuerpos mortales» (Rm 8,11).

El testimonio creyente contagioso del papa Francisco nos ayuda a vivirlo cuando de él escuchamos que «habrá muchas cosas negras, pero el bien siempre tiende a volver a brotar y a difundirse. Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección y cada evangelizador es un instrumento de ese dinamismo» (EG 276). Que nos llene de gozo y fuerza en nuestro caminar hacia Pascua.

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

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