Escuchar con el oído del corazón

En la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

 

¿Cómo podemos entender-nos? ¿Qué tono tienen nuestras conversaciones? ¿Con qué actitud dialogamos y damos a conocer lo que pensamos? Antes de hablar, ¿escuchamos? ¿Nos interesa captar bien lo que el otro me quiere decir? ¿Qué valor tiene una buena comunicación? Son preguntas que no podemos rehuir si queremos dar autenticidad al diálogo y si queremos que este nos lleve a una verdadera comunicación. Por desgracia, en muchos de nuestros diálogos no nos comunicamos, sino que esperamos que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista o, simplemente, no escuchamos y lo único que hacemos es preparar argumentos en contra.

El papa Francisco, en su mensaje de este año en ocasión de la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, define el verbo «escuchar» como decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico. Escuchar con el oído del corazón predispone a la persona a un verdadero encuentro y crea una red de vínculos que humanizan las relaciones cotidianas. «La escucha requiere siempre la virtud de la paciencia».

El fundamento de esta comunicación es Dios mismo y lo confirma la tradición bíblica desde sus inicios cuando dice que «la escucha no tiene solo el significado de una percepción acústica, sino que está esencialmente ligada a la relación dialógica entre Dios y la humanidad». Bien conocemos la expresión «Shema’ IsraelEscucha, Israel» (Dt 6,4) y la afirmación de san Pablo «la fe viene de la escucha» (Rm 10,17). En la comunicación, pues, la iniciativa es de Dios que nos habla y nosotros respondemos escuchándole. Dice Francisco en el citado Mensaje que «la escucha corresponde al estilo humilde de Dios. Es aquella acción que permite a Dios revelarse como Aquel que, hablando, crea al hombre a su imagen, y, escuchando, lo reconoce como su interlocutor. Dios ama al hombre: por eso le dirige la Palabra, por eso “inclina el oído” para escucharlo».

Ya en la exhortación Evangelii gaudium, el papa Francisco traza una bellísima descripción sobre el diálogo del corazón y afirma que «El predicador tiene la hermosísima y difícil misión de aunar los corazones que se aman, el del Señor y los de su pueblo. El diálogo entre Dios y su pueblo afianza más la alianza entre ambos y estrecha el vínculo de la caridad» (EG 143). En el Mensaje añadirá que solo prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar, cuyo centro no es una teoría, sino la «capacidad del corazón que hace posible la proximidad» (EG 171).

Sin embargo, también existen las dificultades que blindan una escucha nítida, cuando se escucha a escondidas y para espiar, cuando a través de las redes sociales se instrumentaliza al otro, lejos de una escucha leal, confiada y honesta. Por ello hay que salir del monólogo y tener claro que «no se comunica si antes no se ha escuchado, y no se hace buen periodismo sin la capacidad de escuchar». Estamos invitados a hacer realidad «el apostolado del oído», que da algo del propio tiempo para escuchar a las personas, un primer gesto de caridad, un apostolado que debe extenderse desde actitudes personales hasta compromisos sociales.

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