Jóvenes, ¡haced una visita a un anciano que está solo!
Es la propuesta del papa Francisco en la Jornada Mundial dedicada a los Abuelos y a los Mayores, cuando, dirigiéndose a los jóvenes y renovando la invitación a la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa en la primera semana de agosto, los ha invitado a celebrar esta Jornada, poniendo en el centro la alegría desbordante de un renovado encuentro entre jóvenes y ancianos. «A ustedes, jóvenes, que se están preparando para ir a Lisboa o que vivirán la Jornada Mundial de la Juventud en sus lugares de origen, quisiera decirles: antes de ponerse en camino vayan a encontrar a sus abuelos, hagan una visita a un anciano que esté solo. […] A ustedes ancianos les pido que acompañen con la oración a los jóvenes que van a celebrar la JMJ. Estos muchachos son la respuesta de Dios a sus peticiones, el fruto de lo que sembraron, el signo de que Dios no abandona a su pueblo, sino que siempre lo rejuvenece con la fantasía del Espíritu Santo.»
El papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores, ve preciosa la proximidad que hay entre esta Jornada y la de la Juventud y abre la necesidad de un diálogo intergeneracional que cree proximidad y empatía. Hoy existe una gran necesidad de este encuentro entre jóvenes y ancianos, empezando en el seno de nuestras familias y lugares donde se da la posibilidad de una relación que ayude a los jóvenes a custodiar la memoria y reconocer el don de pertenecer a una historia más grande. Los ancianos admiran muchas coses de los jóvenes y estos necesitan no perder la referencia de una vida larga en años y experiencia. Dice el Papa que «la amistad con una persona anciana ayuda al joven a no reducir la vida al presente y a recordar que no todo depende de sus capacidades. Para los más ancianos, en cambio, la presencia de un joven les da esperanza de que todo lo que han vivido no se perderá y que sus sueños pueden realizarse».
La Palabra de Dios nos da mucha luz en esta relación entre generaciones. Ya en el título del mensaje, el papa Francisco pone esta frase del Evangelio: «Su misericordia se extiende de generación en generación» (Lc 1,50). Él mismo explica el valor de la transmisión de la fe y del amor, con la necesidad de un intercambio constante de atención y ayuda mutua. Tenemos el ejemplo de la joven María y la anciana Isabel. Su visita muestra la conciencia de que «la misericordia del Señor se transmite de una generación a la otra, revelan que no podemos avanzar —y mucho menos salvarnos— solos y que la intervención de Dios se manifiesta siempre en el conjunto, en la historia de un pueblo». Pensemos que podemos aprender y que pueden aprender los jóvenes cuando los lemas de ambas Jornadas se refieren a la rapidez o la prisa de encontrarse.
Estamos invitados a meditar cómo la abrazada entre la joven madre de Dios y la madre anciana de Juan Bautista abren las puertas a una actuación nueva de proximidad entre dos generaciones que están viviendo la propia vocación. Desde este «luminoso icono interior» -en palabras de Francisco- «pasar de la imaginación a la realización de un gesto concreto para abrazar a los abuelos y a los ancianos. No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. […] Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados». El papa Francisco nos bendice a todos con afecto y nos pide que recemos por él.