La revolución de la ternura abre la vía de la misericordia

Como signos de vida y de resurrección, si algo ha de llenar de sentido las palabras y los gestos de nuestra vida de seguidores de Jesús, es la «misericordia». Unida a la acción perenne de Dios, la misericordia nos abre a sus dimensiones para descubrir cómo es Dios, cómo ama, cómo perdona, cómo nos acompaña. Más que el perdón contemplado en sí mismo, la misericordia supera todo límite, toda previsión humana hacia nuestra relación con Dios y entre nosotros. 

Cuando ahora somos invitados a «renovar ahora mismo nuestro encuentro con Jesucristo, o al menos a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso», dice Francisco que «Dios no se cansa nunca de perdonar; somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a «perdonar setenta veces siete» (Mt 18,22) nos da ejemplo: Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e indestructible. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría. No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!» (EG 3)

«… cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno». Fijémonos en ello: todo proviene de la fidelidad al Evangelio para no correr en vano y añade el papa Francisco: «El imperativo de escuchar el clamor de los pobres se hace carne en nosotros cuando se nos estremecen las entrañas ante el dolor ajeno. El Evangelio proclama: «Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia (Mt 5,7)» (EG 155).

San Agustín, cuando en uno de sus sermones profundiza en el significado de la palabra «misericordia», dice que «no es otra cosa sino cargarse el corazón de un poco de miseria (de los demás). La palabra “misericordia” deriva su nombre del dolor por el “miserable”. Las dos palabras están presentes en su término: miseria y corazón. Cuando tu corazón es afectado, sacudido por la miseria de los demás, aquí tienes la misericordia. Considerad, por tanto, hermanos míos, que todas las obras buenas que realizamos en esta vida se refieren verdaderamente a la misericordia. Por ejemplo: das pan al que tiene hambre: ofrécelo con la participación de tu corazón…».

La seducción por la misericordia debe llevarnos a «valorar al pobre en su bondad propia, con su forma de ser, con su cultura, con su manera de vivir la fe […] El pobre, cuando es amado, es apreciado como de alto valor, y esto diferencia la auténtica opción por los pobres de cualquier ideología, de cualquier intento de utilizar a los pobres al servicio de intereses personales o políticos. Solo desde esta cercanía real y cordial podemos acompañarlos adecuadamente en su camino de liberación» (EG 199). Conocemos la lista de las obras de misericordia, las corporales y las espirituales. Vayamos por este camino… El Señor resucitado ha prometido acompañarnos. ¡Confiemos en Él!

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

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