Solo un corazón sencillo puede entender y vivir el Evangelio

La Palabra de Dios, hoy y como siempre, vuelve a ser un gran regalo. Es un gozo poder escuchar que el sentido de la vida nos viene de las cosas sencillas, y que, para llegar a ser alguien, no hace falta el orgullo del poder ni el placer que puede dar el querer ser superior a los demás. A menudo vivimos demasiado obsesionados por algo que nos corrompe por dentro y degrada nuestras relaciones humanas, como son el orgullo, el egoísmo, el ansia de poder, la injusticia, la violencia, el dominio físico y moral sobre las otras personas y sus conciencias. A pequeña o gran escala, es triste que todo se llegue a justificar, la razón, ¡el poder! Sin embargo, Jesús dice con rotundidad: «que no sea así entre vosotros». Por ello, cuando oímos estas palabras de sus labios, vemos el camino por donde nos llega la paz, sobre todo la paz del corazón. Entonces, aparece la humildad, que se hace servicio por amor.

Y Jesús, ¿qué nos propone? «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Jesús pone a la gente sencilla como ejemplo de los que le hacen caso y acuden a Él. Lo entienden los sencillos y los humildes de corazón. Entre Jesús y ellos es posible un diálogo sin palabras, una mirada limpia, una intuición rápida. Si vamos al Evangelio, lo encontraremos lleno de experiencias que nos lo hacen ver y que son un testimonio vivo de este encuentro gratificante con el Señor. Conociéndolo, podremos aprender mucho. 

Es, por tanto, en la sencillez donde encontraremos el secreto de la comprensión de la Palabra de Dios. Descubrir y provocar esta sencillez, proclamada dichosa en las bienaventuranzas, es lo que hace que Jesús exclame: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla». Esta plegaria de bendición, alabanza y agradecimiento que Jesús dirige al Padre es un modelo para nuestra plegaria, cuando descubrimos que también a nuestro alrededor existen personas «limpias de corazón», cuya vida las capacita para «ver a Dios» (cf. Mt 5,8). A partir de esta visión, todo recibe una nueva luz, y las personas y el mundo que las rodea tienen otra percepción, más profunda, más auténtica. 

Todo ello nos pide vivir con espíritu de humildad como actitud personal fundamental, signo de la confianza total puesta en Dios y expresión de la verdad de la gente sencilla; también pide vivir con espíritu de servicio, expresión de la caridad política que ofrece la propia vida al servicio de la comunidad y que hace de la autoridad el ofrecimiento de la propia persona en bien de todos; y, por supuesto, vivir con espíritu de oración, expresión de alabanza y de agradecimiento al Dios que se nos ha dado a conocer en la persona de su Hijo Jesús y ha hecho posible el encuentro con Él. La sencillez es toda una propuesta evangélica para hacerla vida y vivirla con alegría.  

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

Campanyes