¡Puertas siempre abiertas de corazón, para acoger y enviar!

Habíamos puesto un cartel en la puerta mayor de nuestra iglesia parroquial que decía «Yo soy la puerta, dice Jesús». Era ya de noche, cuando cerrábamos las puertas después de la última celebración del domingo. Un joven se acerca, empuja la puerta y entra. Entre la timidez y la emoción, me dice: «Se me han cerrado todas las puertas, nadie me acoge, nadie me quiere; pasaba por aquí y cuando he leído estas palabras de Jesús he pensado que esta puerta estaría abierta y no se me cerraría. Por eso he entrado». 

Lo acogí y, hablando con él, entendí una vez más qué quería decirnos Jesús a nosotros, con esta expresión: «Yo soy la puerta». Es la oveja que busca al pastor y necesita el rebaño, su compañía y el alimento que le proporciona. Una oveja que espera compartir sus problemas y vencer su soledad. ¿No pensáis que lo mismo nos pasa también hoy, cuando se nos dice que la mayoría de iglesias tienen las puertas cerradas y no es posible acceder a ellas? Puertas cerradas quiere decir soledad, aislamiento, falta de comunicación y de acceso. Cuando Jesús habla de «puerta» se refiere al pastor y al rebaño. ¿A dónde nos conduce pasar por su puerta y encontrarse con el pastor y el rebaño? Este es el momento del encuentro con Dios y de decirle: ¿qué tenemos que hacer?

He aquí un camino transitable como comunidad y con espíritu sinodal, de recorrerlo juntos y bien avenidos. Las puertas han de estar abiertas para poder «entrar» por ellas, pero también para poder «salir». Hagamos caso de lo que nos dice el papa Francisco: «Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo […] Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos. Si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida. Más que el temor a equivocarnos, espero que nos mueva el temor a encerrarnos en las estructuras que nos dan una falsa contención, en las normas que nos vuelven jueces implacables, en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: “¡Dadles vosotros de comer!” (Mc 6,37)» (EG 49).

Que Jesús sea la puerta favorece que pueda circularse con comodidad, entrar y salir con facilidad y total libertad, con una acogida exquisita ofrecida a los que quieren entrar y un encargo misionero a los que salen porque son enviados. Que nunca pueda decirse: ni excluidos porque no se les deja entrar, ni encerrados porque se les impide una misión que es esencial y urgente. El papa Francisco nos lo pide así: «La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades» (EG 33). 

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

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