Cuando nos llega el sonido de un susurro…

En los momentos convulsos que se viven en muchos lugares de nuestra sociedad, debe ser necesario encontrar ratos de serenidad, de ir a la raíz de muchas cuestiones que nos interesan y preocupan ante las cuales tenemos que tomar posición y reafirmar las convicciones que nacen del Evangelio. El «paso» del Señor en la vida de cada uno, en la de la Iglesia y sobre todo en el complejo espacio de nuestra sociedad, se deja sentir cuando estamos atentos e ilusionados para encontrarnos con Él. Lo dice la Palabra de Dios cuando nos invita a una nueva experiencia que nos puede ser muy gratificante: «Sal y aguarda al Señor en el monte, que el Señor va a pasar» (1Re 19,12). Somos invitados al silencio y a la meditación que nos ofrece la oración. 

Como en cualquier momento de la vida, nos encontramos en la presencia del Señor. Para vivirlo, necesitamos creer y dejar de lado cualquier duda. Tanto si nos damos cuenta inmediatamente o no, el Señor sale a nuestro encuentro, nos acoge, nos habla y nos anima. Su irrupción no es violenta ni, incluso, aparentemente extraordinaria. Tampoco se confunde con hechos prodigiosos que ciegan o dan miedo. En el texto bíblico citado, Elías capta la presencia del Señor en el «susurro» ante el que, una vez oído, «se cubrió el rostro con el mato y salió a la entrada de la gruta». Son actitudes de escucha atenta, de reconocimiento creyente y de observación fiel ante el paso del Señor, ya que lo encontramos más en el silencio que en el murmullo, más en la sencillez que en el prodigio.

La luz que nos da la Palabra de Dios contrasta fuertemente con el ambiente de oscuridad que recibimos tanto de situaciones conflictivas como de indiferencia, de vacío espiritual o de progresivo ambiente secularizador que nos rodea, justamente cuando el intento declarado es excluir a Dios y sacar toda opción religiosa del marco en el que vivimos. El sonido de un susurro puede transformar las mentalidades más anquilosadas y los corazones más endurecidos. Este susurro es el signo de una acción que el Señor realiza en cada uno de nosotros de una forma amable, sencilla y eficaz. Se trata de dejarse guiar y llenar de todo aquello que nos comunica y hacerlo con humildad.  

Hay unos signos que ponen en evidencia el paso del Señor. Fijémonos: «La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo». Su acción entre nosotros, especialmente en nuestro interior, nos da paz y abre nuestro corazón a la fidelidad, a la justicia, a la misericordia. Son nuestras credenciales, nuestra forma de intervenir en la transformación de una comunidad humana que puede llegar a entender que le pasa algo nuevo, que Alguien le acompaña con predilección.  

Es importante que en esta perspectiva del encuentro con el Señor prestemos atención a todos los que, a nuestro lado, viven inmersos en la nostalgia, el pesimismo, la tentación de abandono, de duda y de miedo. Tal vez hay muchos que necesitan nuestro testimonio de fe y nuestra ayuda, porque descubren que, en las cosas sencillas de su vida, está Dios, que los ama, se les acerca y les habla. Todos necesitamos poder escuchar al Señor y a los que hablan en su nombre, como nos dicen: «Soy yo, no tengáis miedo». Esta cercanía da mucho ánimo y confianza. 

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

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