Que hable solo el amor

Los cristianos sabemos que la caridad, cuando es la expresión de cómo Jesús ama, se convierte en amor sólido, llega a ser solidaridad. Citando Deus caritas est, debemos decir que el amor es gratuito, y quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en quien creemos y que nos impulsa a amar. El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que solo hable el amor. Sabe que Dios es amor (1Jn 4,8) y que se hace presente justo en los momentos en que no se hace más que amar (cf. DCE 31c).

Ante horas de temores e incertidumbres, y ante un esfuerzo sobrehumano para evitar contagios y males peores, Cáritas no ha parado de actuar y atender todo lo que se presentaba. Se ha puesto en evidencia la calidad de personas e instituciones que en los momentos más críticos han hecho de la entrega su responsabilidad diaria, muchas veces con medios harto precarios. Todo el mundo ha reconocido esta actitud de amor solidario, especialmente las personas más afectadas y que se han visto acompañadas y restablecidas en su precaria situación.

El fundamento y la razón de todo ello lo tenemos en la presencia operante del Espíritu Santo. Como dice el papa Francisco, «confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales: “El Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables”. La evangelización procura cooperar también con esa acción liberadora del Espíritu. El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás» (EG 178).

Cuando celebramos la Eucaristía, encontramos el fundamento de la acción caritativa que hemos decidido emprender. Partiendo el pan, lo repartimos y esta es la única manera de poder vivir el gozo del compartir. Haciéndonos amor, partimos y repartimos, porque somos lo que damos, somos amor. Por ello, este amor que somos y que viene de Dios, queremos que sea don para todo el mundo, y que nos haga mirar con ternura, escuchar con paciencia, cuidar la fragilidad, compartir con generosidad, perdonar, sobre todo. Es la espiritualidad del buen Samaritano, la de un corazón que ve donde hay necesidad y actúa en consecuencia.

Sants del dia

26/04/2024Sant Isidor de Sevilla, sant Clet papa, sant Pascasi Radbert.

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