Somos «misión» para iluminar, bendecir, vivificar, levantar, curar y liberar

Con este lema tan evangélico y eclesial definimos una de las características que más definen a los seguidores de Jesús en un sentido personal y como Iglesia, sacramento de Cristo. La palabra «misión» es una de las tres que el Sínodo ha puesto como objetivo junto con la palabra «comunión» y «participación». La misión siempre será el resultado. Es el testimonio que hemos recibido y que llevamos en el corazón de nuestra memoria histórica. Como dice el papa Francisco, «es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa» (EG 263).

Con la Diada de Mallorca Missionera queremos profundizar y hacer vida en nosotros el sentido misionero que ha de dar identidad a nuestro ser cristiano. No es posible pensar un cristiano que no sea misionero, ni una acción misionera que no se encarne en un seguidor de Jesús. Por eso, podemos entender bien cuando se dice que «hace falta pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera» (EG 15). La misión mira sobre todo al pueblo, allí donde la palabra y el testimonio se hacen presentes a través de los que han recibido el encargo de Jesús que dice: «Id por todo el mundo y anunciad la buena nueva del Evangelio a toda la humanidad» (Mc 16,15). 

Hoy, como tantas otras veces, es un día para agradecer al Señor la generosidad de los que se han abierto camino con la confianza de ir a anunciar el Evangelio a tantas periferias humanas donde la pobreza deshace personas y pueblos enteros. «El verdadero misionero que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (EG 266). Los misioneros y misioneras mallorquines, hermanos y hermanas de esta Iglesia, nos hacen llegar constantemente sus experiencias apostólicas y en ellos y ellas descubrimos el ardor evangélico que anima su entrega y pone en evidencia el gozo y el sentido de su vida. 

Pensemos, empero, que la «misión» se extiende a todo cristiano, a todo bautizado, y se hace presente en cualquier espacio de la vida familiar y social y -como dice Francisco- «La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás» (EG 273). Viviendo la comunión y participando en la misión de la Iglesia, somos fieles al encargo de Jesús. Muchas gracias, misioneros y misioneras mallorquines, esparcidos por el mundo.  

 

Sants del dia

08/05/2024Sant Víctor, sant Bonifaci IV papa, sant Benet II papa.

Campanyes