Tengamos los ojos fijos en Jesús

A primera vista, es lógico que llame la atención, y más en el momento difícil que vivimos, esta pregunta de Jesús: «¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz?» (Lc 12,49). Es difícil de encajar esta pregunta con la forma pacífica de obrar que tiene Jesús. Y viene precedida por una expresión que tampoco se queda corta en dureza: «He venido a prender fuego en el mundo. ¡Y ojalá estuviera ya ardiendo!». Es el fuego del Espíritu, la fuerza espiritual sembrada en el momento del bautismo.

 

Cuando Jesús fue presentado por sus padres en el templo, el anciano Simeón ya había pronosticado: «Este niño será una bandera combatida. Así se revelarán los sentimientos de muchos» (Lc 2,34). Jesús no deja a nadie al margen a la hora de tomar partido en relación a Él, todo el mundo se define ante Él, con indiferencia, en contra o a favor. Hay sentimientos ocultos que cada uno conoce y, en un momento u otro, salen a luz. No es posible vivir perennemente en la indiferencia.

 

La persona y el mensaje de Jesús purifica, renueva la tierra y provoca, por la acción del Espíritu, un cambio profundo del corazón, un bautismo de conversión mucho más completo que el de Juan Bautista.  Jesús no se refiere a ningún tipo de violencia física o ambiental, sino a la acción del Espíritu Santo. Jesús no habla del fuego destructor de la violencia, ni del castigo, ni del juicio, como esperaban los discípulos de Juan. Ni tampoco habla de algo que pueda referirse al entusiasmo de un integrismo fundamentalista y, todavía menos, a una declaración de guerra en nombre de Dios. Jesús no ha optado nunca por la violencia.

 

Jesús habla directamente del Espíritu Santo, bajo la comparación del «fuego» que ilumina y purifica el interior del hombre, el fuego que transforma y pone en movimiento el mundo que está a su alrededor. Jesús compara a su persona y su misión a un fuego que despeja y nos sitúa en la «verdad», es decir, ante sí mismo, que se ha definido como tal. Situados ante sí, su Espíritu, su presencia espiritual y vivificadora en nuestro interior, nos invita a definirnos y seguirle. Por ello se nos dice claramente: «Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús» (He 12, 2). Es la invitación constante que nos hace el papa Francisco a «renovar nuestro encuentro con Jesucristo, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día, sin descanso» (EG 3). Pensemos que cualquier momento en la vida puede convertirse en una excelente ocasión, en una providencial oportunidad.

Sants del dia

08/05/2024Sant Víctor, sant Bonifaci IV papa, sant Benet II papa.

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