Una vivencia sinodal y mariana entrañable

«Caminar juntos en una misma dirección», este ha sido el objetivo logrado en una experiencia entrañable peregrinando y acompañando a todo un grupo de mallorquines y mallorquinas, con gente mayor, enfermos, impedidos, hospitaleros y un buen grupo de voluntarios jóvenes al Santuario de la Virgen de Lourdes, en Francia. De la mano de la Virgen y llevados a Jesús, en medio de un ambiente de Iglesia universal, nuestra pequeña comunidad de la Iglesia de Mallorca hemos podido gozar de unos días de inolvidable convivencia entre nosotros, de relación con otras Iglesias de España y del resto de Europa, así como de la diversidad de países del mundo. Nos ha unido una misma fe, una misma esperanza y un mismo ardor de caridad para acogernos los unos a los otros, y acoger especialmente a aquellos que en Lourdes son de atención prioritaria, los enfermos de toda edad y condición. 

Han sido, sobre todo, en el corazón de una convivencia fraterna, unos días de plegaria y de diálogo entre nosotros. El ambiente que hemos vivido, siempre constructivo y solidario, nos ha llevado a valorarlo muy positivamente, sobre todo entre personas que no se conocían, que han pasado por un redescubrimiento del propio interior -empapado de presencia de Dios- y por la vivencia de la fraternidad, signo que más debe distinguirnos a los seguidores de Jesús. Todos han podido manifestar lo que han vivido y cómo lo han vivido, haciendo una comunicación de la propia experiencia que ha sido valorada en todo momento y ha hecho que nos emocionásemos al escucharlo. La Gruta, lugar especial de oración ante la Virgen, ha sido más frecuentado, como también la capilla de la Adoración, donde el encuentro con el Señor ha constituido el elemento fundamental de la peregrinación junto con el hecho de llevarlo en procesión a los enfermos reunidos en la basílica de San Pío X. 

Fue en esta basílica donde tuvo lugar la celebración de la Misa Internacional, verdadera experiencia de comunión de Iglesia universal, ya que nos encontramos en ella con gente de todo el mundo. Os hago partícipes del mensaje que transmití en la homilía y que tomaba el tema de la edificación y reconstrucción de la Iglesia, siguiendo las indicaciones de santa Bernardita. He aquí un fragmento de la homilía, que fue traducida a los diversos idiomas: 

«De la mano de Maria y desde su encargo de construir aquí una capilla, vamos a trabajar por su solidez recibida de Jesucristo como fundamento y por la defensa y promoción de la dignidad de las personas, sobre todo las más vulnerables, a las que no se les reconoce sus derechos fundamentales y necesitan nuestra ayuda urgente. Lo dice María en su canto del Magníficat y lo repetimos mil veces nosotros: «enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes, auxilia a su pueblo acordándose de su misericordia». Todo un programa de vida. Lo decimos hoy con san Ireneo, un santo de esta tierra, en el día de su fiesta: «La gloria de Dios es que el hombre viva». 

Somos un pueblo, una Iglesia en construcción. A ella se refiere el papa Francisco cuando habla no sólo de edificar sino de reconstruir, cuando habla de piedras vivas, consistentes, ungidas por el Espíritu Santo y estrechamente unidas entre ellas a la piedra angular, que es el mismo Cristo. Ser edificio de Dios, templo del Espíritu, implica la consagración bautismal que nos une a todos -como las piedras totalmente unidas de un edificio- y, a la vez, implica la misión de anunciar el Evangelio. Reconstruimos, pues, desde la cohesión que nos da la comunión con Cristo y entre nosotros, caminando juntos, sinodalmente, velando por la identidad cristiana que nos define y por la caridad que nos urge, por la solidaridad y los gestos diarios de la nueva dimensión social que toma nuestra fe testimonial. Palabra de Dios, Eucaristía, Sacramentos, Caridad y Oración serán los buenos materiales que mantienen firme y cohesionado este edificio que es la Iglesia, sacramento visible del Dios que es Amor en medio de nuestro mundo, tan necesitado de él».   

Sants del dia

07/05/2024Santa Domitil·la, sant Flavi, sant Agustí Roscelli.

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