5º DOMINGO DE CUARESMA (B)
“Yo soy la resurrección…”
Vivimos en medio de un cementerio de almas, no de cuerpos; son personas que andan por el mundo inconscientemente (¡?) muertas, aunque consiguen no enterarse a base de estupefacientes contra todo despertar. De tanto en tanto la consciencia consigue aflorar, si aparece un testigo con otro talante en el vivir, que provoca un proceso de resurrección. ¿Estará dispuesta a pagar el precio del éxodo hacia la libertad? ¡Ojalá! El ángel de la guarda trabaja a destajo. Dios escucha, acompaña preocupado, tiende puentes, perdona y sigue salvando. Entonces “hay cantos de victoria en las tiendas de los justos”. Salmo 117, 15.
Nuestra madre Iglesia tiene muchos pregoneros del Reino de Dios, pero son tantos los muertos que faltan muchos más. “Rogad al amo de la mies que envie braceros a su mies”, Lucas 10,2. Faltan brazos de obreros de la verdad; no bastan los presidentes del culto cristiano, ni los sabios y entendidos, ni los maestros de la doctrina, ni los gobernantes aunque su política pretenda ser evangélica. Faltan sobre todo místicos que bajen del monte donde se escucha la voz de Dios. Esos son los que el Espíritu llevó al desierto, allí iniciaron su conversión y ahora afrontan el compromiso; estos ahora confirman con su ejemplo a los hermanos, Lucas 22,32, aunque pocos les sigan. Muy pocos siguieron a Jesús hasta el final.
“Yo soy la resurrección y la vida”
En Él tenemos la salvación asegurada, los que vamos al desierto para renacer a la verdad. Cuando un creyente vive en Cristo porque como para san Pablo, su “vivir es Cristo”, Filipenses 1, 21, alcanzó la paz. De Jesús recibió parte de aquella plenitud, (Juan 1,16), que le da la seguridad necesaria para afrontar toda realidad, por conflictiva que sea, con la ayuda de los dones del Espíritu santo; ellos son la clave válida para interpretar positivamente cuanto sucede. La alegría y la sabiduría, junto con la fortaleza, concretan el regalo que nos hizo Jesús al resucitar e incluirnos en su familia como hermanos, Juan 20,17.
Desde este nuevo paradigma, afrontamos el compromiso con los pobres en las periferias del mundo, con una actitud distinta de la de un animador social. Así van completando sus testigos la salvación que Jesús inició.
Llorenç Tous